Mientras Mark Zeckerberg, el fundador de Facebook, anuncia una donación de 5 millones de dólares para apoyar a los jóvenes indocumentados a ir a la Universidad, otro billonario, Donald Trump anunció que buscará ser Presidente de Estados Unidos, utilizando su racismo y ignorancia como banderas políticas para conquistar al ala extremista del Partido Republicano.
En un mundo donde la definición de lo que es noticia se acerca más a lo bizarro y lo escandaloso que a lo verdaderamente relevante, no es sorpresa que el empresario inmobiliario haya generado más encabezados y especio en los medios que el creador de la principal red social del planeta.
Muy avanzado en el camino a convertirse el Kim Karsashian de la politica estadounidense, Trump, no tuvo mejor recurso que el insulto a México y los mexicanos para intentar construir su precandidatura. Eso, y el presumir que es muy rico.
En cambio, con una fortuna unas 15 veces mayor que Trump, Zuckerberg se colocó en el bando de otros gigantes del mundo del dinero, como Bill Gates y Warren Buffet, que abiertamente se han reconocido que la inmigración es uno de los pilares fundamentales de este país.
Trump y su retórica anti México se posiciona como un aliado involuntario del Partido Demócrata –salvo que reciba el repudio abierto republicano, su precandidatura seguramente alejará a un más a los votantes moderados de la causa republicana.
Y sobre todo, su encendida promesa de que construirá una “gran, gran muralla” a lo largo de los 3,000 kilómetros de frontera entre Estados Unidos y México –la cual dice que obligará a pagar a los mexicanos, sirve sólo para sembrar odios y esconder una verdad realmente grande: la intensa y mutuamente beneficiosa relación económica entre ambos países.
Como señaló el periódico El País recientemente:
“No hay mejor termómetro de la confianza que el dinero. Pues bien, entre 1999 y 2012 Estados Unidos invirtió 153.000 millones de dólares en México. Este inmenso chorro representó el 50% de la inversión directa en el país. Nadie dio más en el mundo. Nadie, por tanto, confió más.
“No solo el capital cuenta. También quién lo pone. Estados Unidos, el paraíso de los grandes emporios, ha llevado a México a sus más altos representantes empresariales. Ahí están Microsoft, con una inversión de 2.250 millones de dólares, Ford (2.100 millones), GM (1.340 millones) o Walmart (1.282 millones). Frente a estos gigantes, el imperio de Trump es de teletienda”.
Además, “México es el segundo socio comercial de Estados Unidos y el primer destino de las exportaciones de California, Arizona y Texas, además del segundo mercado para otros 20 estados. Aproximadamente seis millones de empleos en EU dependen del comercio con México y cada minuto se comercia un millón de dólares. ¿Alguien se cree que México solo mande violadores y traficantes como pretende Trump?”.
“México siente pasión por su vecino del norte. No sólo le envía el 80% de sus exportaciones, sino a lo mejor de su población. De los casi 12 millones de mexicanos que habitan fuera del país, el 97,8% lo hace en Estados Unidos. La cifra es 250 veces más alta que la de mexicanos que viven en España, la madre patria. Pero no sólo cuentan los migrantes. Aún más importantes son sus hijos. En 2012 se calculaba que 34 millones de mexicanos y sus familiares habitaban el país de Donald Trump. Son el 11% de la población nacional. Suficientes para acabar con cualquier prejuicio”.