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El Obituario LGBTTTI Mexicano abre los clósets de la historia

“La homosexualidad —como cualquier otra conducta sexual— no tiene esencia, sino historia”, aseguraba José Joaquín Blanco en su ensayo Ojos que da pánico soñar, de 1979. Bajo la misma convicción, Alonso Hernández Victoria creó el Obituario LGBTTTI Mexicano, un espacio en la internet donde se publican esquelas que, además de recordar a quienes se nos han ido, nos permite entender cómo se ha vivido la diversidad en el país a lo largo de los siglos.

“Poco a poco, y a base de ir sumando biografías, hemos conformado un mosaico que nos permite reconstruir pasajes ocultos durante demasiado tiempo, y es que la historia tiene infinidad de clósets. A quienes pertenecemos a esta comunidad nos ha costado mucho salir de ahí; no podemos dejar que, al morir, nos metan de nuevo en ellos”.

Víctimas del VIH, inocentes atrapados en tiroteos del narco, coroneles de la Revolución nacidos mujeres y que pelearon siendo hombres, funcionarios que se volvían reinas de la noche o actores gays que contaban cuentos infantiles en la TV. Para Alonso Hernández, las lecturas desprendidas del Obituario dan la posibilidad tejer escenarios no consignados en los libros escolares pese a que, desde siempre, México ha sido un país sexualmente diverso.

El mismo Hernán Cortés se percató de ello al llegar y escribió en su primera carta de relación (en julio de 1519): “Porque aún allende de que arriba hemos hecho relación a vuestras majestades de los niños y hombres y mujeres que matan y ofrecen en sus sacrificios, hemos sabido y sido informados de cierto que todos son sodomitas y usan aquel abominable pecado”. Así de antiguos los primeros testimonios.

De esta época, a Alonso Hernández le gusta recordar el caso de Tangáxoan Tzintzicha II, el último emperador purépecha, quien —en un curioso paralelismo con San Valentín, el patrono de los amores prohibidos o secretos— fue ejecutado un 14 de febrero por sodomía. “Con frecuencia le digo a mis cercanos que cuando celebremos el amor gay el 14 de febrero, recordemos a este personaje que murió justo por amar, tras ser acusado de tener sexo con muchachos”.

Para armar estas biografías, el historiador ha peinado cuanta fuente documental prehispánica, evangelizadora o de la Conquista ha encontrado, y se ha apoyado en el trabajo de catedráticos de la UNAM como Oscar González o Guilhem Olivier.

“Hurgando fue como hallamos estos reductos de la historia de la diversidad que nos revelan que las cosas nunca se dieron en blanco o negro, pues si bien algunos pueblos tenían legislaciones contra la sodomía, como el mexica, el de Tacuba o el de Texcoco (la Triple Alianza), otros eran muchísimo más tolerantes, como las comunidades de las costas, los tarascos o los zapotecos, quienes aceptaban —hasta cierto grado— las sexualidades no hegemónicas”.

A decir de Alonso Hernández, éste es un ejercicio que nos permite arrojar luz sobre regiones muy oscuras “porque durante mucho tiempo se nos aseguró que entre los prehispánicos no había testimonios de población sexodiversa, pero al revisar las fuentes encontramos las menciones, y cada una de ellas nos deja ver algo”.

Para los españoles lanzar descalificaciones era una manera de ejercer poder y de justificar la evangelización por la fuerza, y como ejemplo de quienes hablaban de un dios de amor mientras despotricaban con odio, quedan las arengas del fraile Tomás Ortiz, quien en 1512 peroraba: “Los indios no merecen libertades: comen carne humana; son sodométicos más que generación alguna; ninguna justicia hay entre ellos; andan desnudos, no tienen amor ni vergüenza. Nunca crió Dios tan cocida gente en vicios y bestialidades, sin mixtura alguna de bondad o policía”.

El que se profirieran estas palabras tan de continuo cobró factura y muchos indígenas fueron ejecutados y desaparecidos, o casi, porque algo que los conquistadores no calcularon fue que “debido a que dejaron evidencias de sus juicios de Inquisición, pudimos visibilizar a estos individuos. Lo paradójico es que, en su intento por borrar a tales sujetos, nos dejaron justo los elementos para rescatarlos, apropiarnos de ellos, darles voz y dejar que nos cuenten su vida”.

Ramas que se expanden

Para el Obituario LGBTTTI, el mundo prehispánico y el novohispano no son un puerto al cual anclarse, sino el punto desde donde despliegan sus velas, pues su misión es juntar a personajes de todos los tiempos a fin de ofrecer una travesía lo más extensa por la diversidad sexual en el país, pese a lo difícil de la tarea. “Si bien no hay una historia oficial LGBT, lo que sí hay son historias a escuchar”.

Y una de ellas es la del nacimiento del proyecto, el cual creció a niveles que el activista jamás imaginó, ya que al inicio esto fue un experimento en Facebook consistente en postear biografías de muertos que él consideraba clave para la comunidad homosexual en México, “y los pocos que podía pues está claro que, aunque soy gay, eso no significa que conozca a todos los gays del mundo”.

A poco de haber comenzado el experimento, Javier Lizárraga y Braulio Peralta —el primero antropólogo y el segundo periodista— contactaron a Alonso pidiéndole transformar ese álbum en un grupo a fin de proponer nombres y añadir esquelas, un cambio que según el historiador, fue como soltar una hiedra en la pared, ya que si lo que él hizo fue plantar una semilla, ésta germinó y terminó por tapizar un muro entero (uno de Facebook) con su sinfín de ramificaciones.

Entre las instrucciones plasmadas en la página para quienes desean subir una esquela se dice: Sé amable y cordial, no hagas bullying, da el crédito de la información que uses y, sobre todo, comparte a tus LGBTTTI mexicanos ya idos, porque nosotros somos sus depositarios y ellos, al morir, sólo viven por nuestros recuerdos. Si logramos plasmarlos en esta página, su memoria sobrevivirá a nosotros… Dales la oportunidad de ser recordados por los demás.

“Cuéntales de mi primo asesinado por homofobia; háblales del hijo al que me mataron; diles de mi amigo al que molieron a golpes y no atendieron en el hospital debido a su preferencia sexual”, éstas son algunas de las peticiones que ha escuchado Alonso desde que se decidió incluir a todas las personas de la comunidad cuyas familias desean que su deudo sea homenajeado en el Obituario. “Ya no nos restringirnos a individuos famosos, aquí le damos cabida a todos”.

De esta manera, el proyecto permite vislumbrar fenómenos no contemplados en un principio, pero que se hacen evidentes por el mero hecho de cruzar datos, como la migración y su vínculo con la intolerancia de lugares de donde es preciso huir; cómo ante la hostilidad se entretejen redes de apoyo o cómo, al ya no poder hacer escarnio de las víctimas, la prensa ha dejado de cubrir crímenes de odio bajo el argumento de que, si no hay burla, esas notas no venden.

Por ello, para Alonso es muy importante que este proyecto siga, aunque confiesa que durante el confinamiento por la Covid no ha añadido entradas en el sitio no por falta de nombres, sino porque en este año a él se le han muerto 11 cercanos por el coronavirus y no ha tenido el ánimo, pero promete que lo hará pronto.

“Además hay mucho por consignar. En esta pandemia hemos visto cómo personas de la diversidad han perdido su independencia y se han visto obligados a regresar con sus familias, que con frecuencia en vez de brindar espacios seguros, propinan intolerancia y violencia. Visibilizar estos y otros problemas también es cosa del Obituario”.

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