Este 2015 es de intenso cambio en puestos de elección popular en México. Se disputarán un total de 2,159 cargos públicos: 500 diputaciones federales, 9 gubernaturas, 641 diputaciones locales en 17 entidades, 993 presidencias municipales, y las 16 delegaciones de Distrito Federal.
Las elecciones se realizarán en medio de un ambiente enrarecido por múltiples eventos: las recientes acusaciones de corrupción al gobierno del Presidente Peña Nieto (que han afectado seriamente su popularidad), las continuas protestas por los trágicos eventos de Ayotzinapa, las protestas de maestros en Guerrero, Oaxaca y Michoacán, y por una economía que no termina por dar certidumbre a la ciudadanía.
En este contexto las elecciones son usualmente una oportunidad para buscar una mejoría; para renovar los ánimos y crear nuevas soluciones para los viejos problemas del país.
Pero también las elecciones son una muestra de muchas cosas que no funcionan adecuadamente. Hasta el momento, las precampañas electorales han traído más desencanto que esperanza. Observamos a los mismos candidatos reciclados en nuevos partidos; o a los mismos partidos de siempre apelando a la mala memoria del elector.
Todo esto enmarcado en una ley electoral absurda que busca controlar todo lo que se dice y hace durante el proceso electoral. Paradójicamente, buscan proteger las libertades del elector restringiendo las libertades de los participantes en las elecciones. Curiosamente, muy probablemente sean estas las elecciones más “sucias” dela historia de México, pero no porque partidos y candidatos sean ahora más “sucios”, sino porque la ley es prohibitiva al máximo, rayando en el ridículo.
Para los profetas de una caída estrepitosa del PRI provocada por los escándalos de corrupción del gobierno de Peña Nieto, la elección será una decepción. No sólo no se desplomará el PRI, sino que muy probablemente mantendrá la mayoría en el congreso federal y ganará la mayoría de las gubernaturas en disputa. Las últimas encuestas le dan al PRI en promedio 32% de los votos, a lo que hay que sumar alrededor de 9% por su alianza en muchos distritos con el Partido Verde.
El PAN tampoco se derrumbará, pero no logrará tampoco capitalizar el descontento social. Es por ahora el segundo lugar con 26% de preferencias en promedio.
El partido que sí se derrumbará electoralmente es el PRD. Después de un penoso proceso de descomposición interna a partir de la salida de Andrés Manuel López Obrador, y de las renuncias de Cuauhtémoc Cárdenas y, más recientemente, de Marcelo Ebrard, el PRD apenas alcanza el 14% de preferencias en promedio.
Se encuentra el PRD disputando el tercer lugar con Morena (el partido de López Obrador) y con el Partido Verde.
En este escenario, no es de esperarse grandes cambios en la composición del congreso, ni en las gubernaturas. Parece que todo cambiará para quedar igual.
La novedad en estas elecciones, y que tiene importantes repercusiones positivas a futuro, es que los alcaldes y legisladores electos podrán ser reelectos inmediatamente en 2018, modificando para bien los incentivos de los políticos hacia sus electores.
La otra novedad positiva es la posibilidad de candidaturas independientes. Si bien los requisitos de registro son complicados, algunos candidatos lo lograrán y quizá alguno logre ganar elecciones. Esto inducirá más competencia e incentivará a los partidos tradicionales a postular mejores candidatos.
Así, estas elecciones implican pasos hacia adelante en la mejora del sistema mexicano, pero también algunos retrocesos, como la legislación electoral restrictiva y excesiva. En términos del ciudadano común, no habrán cambios importantes en lo inmediato, sólo la esperanza de que la semilla plantada eventualmente será cosechada.
Por Vidal Romero
* Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Stanford.Jefedel De-partamento de Ciencia Política del ITAM en la Ciudadde México.
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