Por Olga Granados Lara/Psicoanalista
¡Estamos vivos! y después de las fiestas es común que hagamos nuestra lista de propósitos porque estamos muy dispuestos a hacer los cambios que sabemos que son necesarios para tener la vida que queremos.
Lo malo es que las ganas en el inicio son arrolladoras y se van desvaneciendo a medida que pasan los días y nos damos cuenta de no bastan para dar los primeros pasos para cumplir nuestras metas. Y así podemos pasarnos año tras año, sabiendo que es imperioso hacer cambios y sin poder hacerlos. No estoy hablando sólo de cambiar hábitos, que son importantes, pero no tanto como los cambios que significan darle un giro a nuestra vida para dejar de hacer lo que nos hace sufrir.
¿Por qué no podemos hacer lo que nuestra razón nos ordena? Hace más de un siglo Sigmund Freud se enfrentó a la sociedad científica y filosófica de su tiempo al contradecir la idea imperante de que nuestros actos estaban dirigidos por la consciencia. Es decir, el ser humano era dueño y señor de sus actos. Pues no. Al plantear la existencia del inconsciente dejó claro que el mayor contenido psíquico correspondía a una parte de nosotros que no conocemos y así, abrió la posibilidad de entender por qué las personas tienen conductas destructivas sin poderles poner un freno; por qué, aun cuando saben que lo que están haciendo los va a llevar a pérdidas y al dolor, no pueden hacer otra cosa.
Desde el aporte freudiano el sufrimiento psíquico no se ve de la misma manera y, si bien, persiste la tendencia de volver a instalar la conciencia como la que rige los actos, los hechos, la historia del mundo y la propia, dan cuenta de que esto no es así. Para plasmarlo de manera muy simple, ¿cuántos años se han dicho o han escuchado a sus seres queridos decir cosas como “yo sí quiero cambiar, pero no puedo… ya me di cuenta pero no puedo… quiero dejar de agredir a mi familia cada vez que algo no me sale bien pero no puedo… no sé por qué estoy lleno de rabia y no puedo dejar de sentirla, me esfuerzo, pero sigue ahí…”? y así podría poner muchos ejemplos de cómo se puede pasar el tiempo intentado, con voluntad y consciencia, hacer los cambios necesarios.
Hay un momento en el que tenemos que darnos cuenta que ya tratamos de diferentes formas sin conseguirlo y que es necesario iniciar una psicoterapia seria, con un profesional certificado con reconocida trayectoria teórica y clínica. Esto es indispensable porque regularmente es difícil decidir acudir a psicoterapia y si cuando por fin se da el paso se cae en manos de un charlatán, se perdió la valiosa oportunidad de conocer los beneficios de tener un espacio para hablar libremente de lo que sentimos, explorar en nuestras profundidades y entender lo que nos lleva a boicotearnos.
Aun cuando ésta es la vía para tomar las riendas de nuestra vida y dirigirla hacia donde queremos, lo común es que no sea una opción hasta que hay una crisis o una tragedia, y a veces, ni así. Y esto es una lástima porque se pierde tanta vida, que ojalá para empezar este año tengamos la sensibilidad y la honestidad de hacer una introspección para saber si es el momento de hacer una llamada y empezar con el arduo y gratificante trabajo de mirarnos, de conocernos y de resolver nuestros conflictos.