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Erradicar la desigualdad de género es tarea de todas y todos

Los sujetos somos productos de una construcción social y cultural que se debe desmontar para cerrar las brechas de género

Aunque en la estructura social los hombres detentan el poder económico y político, no tienen voz en temas que no se consideran del ámbito masculino, porque a ellos no se les permite exponer sus emociones ni ser vulnerables, advierte Lucero Jiménez Guzmán, investigadora del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias. “No se trata de victimizarlos, es un análisis comprensivo de cómo los sujetos sociales, incluso desde antes de nacer, tenemos una adscripción genérica; de esta diferencia deviene una grave desigualdad, porque el trabajo femenino se considera inferior y todo lo masculino, superior. Esto se ha estudiado desde la academia en las últimas cinco décadas”.

El género no es sinónimo de mujer ni exclusivo de lo femenino, pues como señaló la especialista en masculinidades, los seres humanos somos construidos social y culturalmente. Esta construcción marca pautas de comportamiento, “los hombres deben de probar que son hombres todo el tiempo, nosotras no; nosotras nacemos mujeres y siempre lo somos aunque nos coloquen adjetivos como ‘mala mujer’ o ‘buena mujer’. Un hombre, por ejemplo, pierde o debilita su identidad cuando no puede ser el proveedor de su familia, si ese es su rol principal; tampoco es una casualidad que ellos casi nunca hacen caso de la medicina preventiva y llegan al hospital ya con situaciones de salud complicadas, porque no contemplan el autocuidado”.

Ante el reto que representa desmontar la masculinidad tóxica, Lucero Jiménez enfatiza el papel de la universidad, “deben ofrecerse espacios de reflexión para que los chavos trabajen la forma como fueron construidos socialmente en su masculinidad; este trabajo también debe incluir a las chavas porque, de lo contrario, no se genera un proceso realmente educativo y de formación de valores, cuando mucho nos quedamos en “informadores”. La otra parte es la formación del sujeto en los hogares con los padres y en la educación primaria y secundaria, donde hay una reproducción de este sistema sexo-género. Por eso el trabajo en el bachillerato es muy importante porque ahí continúa la formación. Simplemente es ofrecer el espacio para reflexionar y romper estereotipos falsos, como el de que ellos nunca sufren o revisar por qué la única emoción que se les permite es el enojo, el cual lleva muchas veces a la violencia. La masculinidad toxica es un gran riesgo para las mujeres y también para los hombres, su violencia también los daña a ellos. Son los protagonistas de las muertes violentas.”.

Sin un trabajo en paralelo no habrá conciliación, sino una sociedad sembrada de desencuentros entre los roles que cada sujeto debe desempeñar. Si las mujeres han avanzado en la agenda de género, también se debe considerar al sujeto masculino para su atención y cuidado. Asimismo, es necesario sancionar a los hombres que violentan a las mujeres para impedir la impunidad, contar con instancias legales para que las mujeres puedan acudir de manera segura y libre de violencia y, a la par, establecer programas de sensibilización y extensión del conocimiento para deconstruir la masculinidad tóxica.

Como subrayó la especialista, “los hombres no están formados ni educados en lo que nosotras sí, y como en cualquier área del conocimiento, si yo sé más que alguien lo comparto. La toma de conciencia no es asunto de un solo género, porque quitar la ceguera es un trabajo de todas y todos. Nosotras tenemos ventaja porque año tras año seguimos estudiando este tema. Tenemos que aportar a la humanidad entera, no solamente a la mitad; eso no es traicionar el feminismo, ni desconocer la violencia, es una posición ética de inclusión y de desarrollo humano”, finalizó.

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