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Estados Unidos: El tercer enemigo

César Romero

Para quienes crecimos gritando y saltando aquello de “¡El que no brinque es yankee-El-que-no-brinque-es-yankee!” podría resultar edificante atestiguar el ocaso de la Pax Americana, ese casi un siglo de hegemonía estadounidense.  Sería algo así como lo ocurrió a buena parte de la sociedad mexicana a finales de septiembre del 2001, la que, por ignorancia tenía cierta simpatía por las bestias que estrellaron dos aviones de pasajeros contra el Word Trade Center en Manhattan. Eran como si viendo derrumbarse el edificio vecino exclamaran: “¡Ah, ahora sí voy a poder disfrutar el paisaje”!

Pilar de la estabilidad y la explotación propias del “capitalismo salvaje”, Estados Unidos sigue siendo la indiscutible potencia militar del planeta, pero ya no la fuerza superior que suponíamos al final del siglo pasado, luego del colapso soviético.

Hoy enfrenta tres enemigos formidables:

China. Un modelo económico más eficiente –el capitalismo de estado–, un mercado gigantesco al que no tiene acceso y que en las últimas décadas le ha llevado a perder competitividad e influencia en amplias regiones del planeta.

Rusia. En la arena política el liderazgo estadounidense también pierde ante el autoritarismo salvaje de Vladimir Putin y su aventura bélica en Ucrania, la cual ha contado con respaldo tácito, o algo muy parecido, de la propia China y la gran mayoría de los países fuera de Europa.

A estas alturas de la vida, pensando en las consecuencias, me parecería ingenuo celebrar el declive imperial americano. Nunca mejor que el de las propuestas imaginarias, el modelo americano sigue siendo, creo, el menos malo en la tercera década del nuevo milenio. Además, ni China ni Rusia tienen hoy la fuerza suficiente para imponer una nueva supremacía global. Sin embargo, es un tercero el enemigo el principal que enfrenta Estados Unidos (y el resto del mundo): el propio Estados Unidos.

Es esa derecha extremista conformada por una extraña alianza de oligarcas como Donald Trump, amplios segmentos de un fundamentalismo cristiano que ha hecho suyos las raíces racistas, xenofóbicas y violentas que parecían históricamente derrotadas por el liberalismo democrático con que también nació ese país.

En una poco discreta alianza con dictadores de otras latitudes, la retórica de MAGA (Make America Great Again) ha sabido utilizar mejor que nadie las nuevas tecnologías de la comunicación para conformar un poderoso bloque político anti-sistema al que se suman también la industria de las armas, los grandes intereses económicos de la era de los hidrocarburos y, por supuesto, buena parte de los ultra-ricos del resto del mundo.

Se trata de una especie de nihilismo frívolo que amenaza con regresar a la Casa Blanca.

No deberíamos culpar a la “polarización” o a los “Estados Des-Unidos de America”, cuando es evidente el asalto de esa muy ruidosa minoría que ha aplastado, incluso, a la vieja guardia del Partido Republicano.  Es claro que la principal oposición al necesario frente común entre gobiernos y sociedades para detener los estragos del cambio climático viene de ese tercer enemigo. Es claro que quién pretende ensanchar la brecha entre los “one-per-centers” y el resto de la humanidad.  Es claro quién gana con el nihilismo tecnológico de las “post-verdades”. Es el desprecio a la democracia y sus valores ese tercer y temible enemigo.

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