Diez segundos. Es todo lo que necesitó el señor Donald Trump su debate para intentar responsabilizar a México y al TLC por el supuesto fracaso de la economía estadounidense.
En un claro contraste en el que mientras Hillary demostraba con casos concretos sus propuestas, el empresario mostró su capacidad para, a gritos, provocar e insultar a su contrincante.
Vestida de rojo, sin abandonar su emblemática sonrisa, Clinton confrontó a Trump, “que vive en su propia realidad”, y ocupó parte de su tiempo en el debate para demostrar las posiciones “locas” del empresario neoyorquino. Todo, al tiempo que defendía su propuesta de aumentar los impuestos a los billonarios de su país, mientras Trump la acusaba de ser una política que tiene al país al borde del abismo.
Concentrado en su principal propuesta –un muro contra el resto del mundo–, Trump trató de evadir los cuestionamientos sobre su negativa para hacer publicas sus declaraciones de impuestos. “Quizá no es tan rico como dice que es… o quizá no quiere que se sepa que él no paga impuestos federales”.
De negro y corbata azul, Trump intentó condicionar su declaración fiscal al tema de los correos electrónicos de Clinton cuando fue Secretaria de Estado. Y para justificar su decisión de declarase en bancarrota en seis ocasiones, reconoció: tomé ventaja de lo que la ley permite”.
Desde una visión de centro izquierda, Clinton abordó el tema de la discriminación social como un desafío compartido por todo el país, mientras que Trump, quien ha abanderado a la derecha más radical de su país, invocó la falta de “ley y orden” como su argumento principal en materia de criminalidad. En tanto Clinton reconoció los avances del último cuarto de siglo, pero a un casto mayor para las minorías.
Hillary recordó que Trump tiene un record de posiciones racistas. Además “él ha iniciado su carrera desde la mentira de que el Presidente de Estados Unidos, el primer presidente afroamericano, no había nacido en el país”.
