Matemáticamente todo es posible. Sanders, un judío socialista, podría disputar la Casa Blanca con Ted Cruz, un extremista antiinmigrantes de origen cubano. Pero, hablando de números, lo más probable es que los protagonistas de la elección presidencial de noviembre próximo serán Hillary Clinton, por el bando demócrata y Donald Trump, por el partido republicano.
De acuerdo a las tendencias de la primera serie de elecciones primarias y la voz de las encuestas, ellos dos son quienes cuentan con el mejor posicionamiento electoral.
Hillary, como representante de la coalición de minorías que entre 1992 y el 2000, encabezó su marido y supo construir el mayor ciclo de crecimiento económico de la historia reciente de estados Unidos. Hillary, la primer mujer como Comandante en Jefe del imperio militar más poderoso de nuestra era. Hillary, una figura moderada que sabe leer los vientos de la política y representa a cabalidad las grandes fuerzas del establishment americano.
Donald, que aunque comparte nombre con el famoso personaje plumífero de Disney, se asemeja mucho más a Duffy, el Pato Loco, es un millonario dedicado a la farándula que ha sabido capitalizar el tsunami antisistema que hoy recorre el mundo y atrae a los segmentos más radical y socialmente retrógrada de la sociedad estadounidense. Es el mismo que a partir de insultos a los inmigrantes, musulmanes, mujeres, y cualquier figura pública que se le ponga en frente, ha sabido utilizar la maquinaria de medios de este país a su favor en un contexto en que la contienda democrática se confundo con un gran espectáculo del mundo del entretenimiento.
De concretarse las candidaturas de Hillary y Donald, la contienda electoral de éste año podría convertirse en una verdadera encrucijada que definirá el futuro de Estados Unidos y su relación con el resto del mundo.