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La adicción a Las Redes

Lo paradójico es que muchas veces los sujetos con estas limitaciones se refugian en un mundo virtual a fin de fingir normalidad, pues espacios como Facebook permiten alardear de cualidades que quizá no tenemos y aparentar una vida maravillosa.

 

 

El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) —informalmente llamado “la Biblia de la psiquiatría”—, en su última edición incluye a la ludopatía y la describe como una adicción sin sustancia. Esto ha hecho que muchos expertos consideren que si ya se aceptó que el juego de apuestas genera este tipo de dependencia, es preciso admitir que las redes sociales y el internet pueden dar pie a trastornos parecidos, indicó Georgina Cárdenas López, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM.

Sobre este punto señaló la existencia de estudios —aún sin resultados conclusivos— que sugieren que usar plataformas como Facebook o Twitter provoca que el cerebro de ciertos individuos libere dopamina, al igual que lo haría si éstos hubieran ingerido una copa de alcohol o tuvieran ante sí una mano de póker ganadora.

Esto bastaría para encender focos rojos, pero antes de emitir juicios apresurados es preciso considerar que las redes sociales, bien empleadas, resultan positivas, pues no sólo son una herramienta académica invaluable, sino que han hecho que las nuevas generaciones adquieran una capacidad que antes se creía exclusiva de las mujeres: realizar múltiples tareas a un mismo tiempo, dijo.

“Tan sólo basta ver a un joven y cómo puede estudiar, escuchar música, redactar un mail, responder mensajes de celular y atender una conversación, todo a la vez, lo que es muy útil en la actualidad”.

El problema surge cuando la persona tiende a aislarse, deprimirse, perder autoestima, estresarse y exhibir torpeza al relacionarse con los demás. Lo paradójico es que muchas veces los sujetos con estas limitaciones se refugian en un mundo virtual a fin de fingir normalidad, pues espacios como Facebook permiten alardear de cualidades que quizá no tenemos y aparentar una vida maravillosa, acotó Cárdenas.

Aunque se ignora cuántos afectados por esta adicción hay en el país, la cifra podría ser alta, pues según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (del INEGI), en 2015 había 62.4 millones de usuarios de internet en México y el 71.5 por ciento de ellos lo usaba para acceder a redes sociales.

Por esta razón, la investigadora sugirió poner atención a síntomas como dormir menos por estar frente a una pantalla, descuidar actividades importantes, pensar todo el tiempo en conectarse, alejarse de las personas o mostrar un rendimiento escolar o laboral deficiente, pues todos ellos son indicadores de que hay un problema.

Georgina Cárdenas aún no tiene claro si la dependencia a las redes debe describirse como “sin sustancia” o si es de índole conductual, pero sí está segura de que se trata de una adicción, “y lo es a tal grado que en Estados Unidos han surgido grupos de apoyo —al estilo de Alcohólicos Anónimos— a donde acuden individuos preocupados porque el internet interfiere con su vida y que buscan desintoxicarse”.

El mundo virtual contra el real

En abril de 2012, cuatro investigadores de la Universidad de Bergen (Noruega) publicaron en la revista Psychological Reports una propuesta para medir la adicción a Facebook —la Bergen Facebook Addiction Scale— y en dicho texto argumentaban que “la proclividad a desarrollar dependencia se relaciona con diferencias individuales en cuanto a sensibilidad a la gratificación y al castigo”.

Para Cárdenas, con dicha frase los europeos pusieron el dedo en un asunto nodal, pues internet se ha vuelto el paraíso de lo inmediato (donde basta abrir un chat para contactar a alguien en los antípodas o postear una foto para recibir un aluvión de “likes”) y, por lo mismo, cada vez hay más millenials frustrados cuando se enfrentan —como se dice en términos psicológicos— a una demora de recompensa.

“Los jóvenes tienden a ser cada vez más impacientes y ello profundiza la brecha entre el mundo virtual y el real, pues mientras en el primero todo sucede muy rápido, en el segundo se requieren años para concluir los estudios o ganarse una promoción laboral; por ello, no faltan quienes prefieren refugiarse en la web, donde la gratificación es fácil e instantánea”, señaló.

Actualmente Cárdenas y sus colaboradores desarrollan un protocolo de investigación para ahondar en el tema, el cual está siendo adaptado para ajustarse a las características de las nuevas generaciones.

“Aún queda mucho por hacer y hacen falta estadísticas, pero debido a que esto se ha convertido en un problema serio en muchos países, en pocos años los avances serán notables”, concluyó.

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