Por Vidal Romero
La corrupción en suelo mexicano es añeja, probablemente siempre ha estado presente en mayor o menor grado. Fue la norma y lo que cementaba el régimen del priismo en la época en la que las elecciones no eran libres ni equitativas. Una vez que el PRI perdió la Presidencia de la República algunos entre la esperanza y la ingenuidad pensaron que la corrupción terminaría porque se habían ido “los malos” del gobierno. Resultó que no.
La corrupción siguió en todos los niveles, desde el funcionario a cargo del trámite público en la oficina municipal, hasta gobernadores y presidentes. La transición con el gobierno de Vicente Fox fue una oportunidad perdida, la cual difícilmente se repetirá. En ese momento era posible determinar un antes y un después con nuevas reglas, al menos al nivel federal. Los equipos de gobierno cambiaban y ello abría la ventana para cambiar conductas. No se hizo.
Y desde el gobierno de Vicente Fox, pasando por el de Felipe Calderón, y ahora con el de Enrique Peña Nieto, los escándalos de corrupción en el gobierno federal no han cesado. Y quizá los panistas dirán que los priistas son más corruptos, pero el caso es que ninguno está limpio. Hay dos preguntas que saltan: ¿No ha servido la democracia para reducir la corrupción? ¿Cómo hacemos para erradicarla?
Sobre la primera pregunta, la respuesta debiera comparar la corrupción en el régimen autocrático del PRI con México desde el año 2000. No es obvio si la corrupción ha disminuido o no. En buena medida porque no existen medidas sistemáticas para comparar. Pareciera que hoy en día hay más reportes de corrupción en los medios que antes, pero esto puede ser porque los medios son ahora más libres y reportan estos temas, o puede ser porque efectivamente hay más corrupción. La primera opción parece ser más razonable. Comparando las historias sobre la corrupción previo al año 2000, ahora los gobernantes están mucho más acotados. Incluso temas como el de la Casa Blanca de Peña Nieto, parece menor si lo comparamos con las historias de riqueza de presidentes como Miguel Alemán, López Portillo, o Echeverría.
Pero lo grave es que, aún suponiendo que la corrupción post-2000 es relativamente menor, la corrupción sigue presente en el sistema mexicano. Y otra mala noticia es que, en teoría, al enteramos de más casos, esto debiera tener el efecto de desincentivar a los funcionarios de cometer este tipo de actos, pero esto no es así cuando no existen consecuencias dentro del marco legal, como con Peña Nieto en el caso de las propiedades de su esposa en la Ciudad de México y en Miami.
Otro buen ejemplo de lo mal que están las cosas en materia de corrupción, es la declaración 3 de 3 truqueada (en lenguaje lopezobradorista) de Andrés Manuel López Obrador. Existen serias dudas sobre la veracidad de la declaración del patrimonio de López Obrador. Declaró estar casi en estado de indigencia y haber donado todo su patrimonio. Muchos no le creen, otros sí le creen, y así el debate. Pero este es el enfoque incorrecto del tema si es que queremos solucionar el problema.
Es prácticamente irrelevante si López Obrador es honesto o deshonesto, lo relevante es si López Obrador, como candidato presidencial, es capaz de formar un gobierno sin corrupción. De nada sirve tener a un santo de gobernante si el resto del gobierno es corrupto. López Obrador ya gobernó en el Distrito Federal y demostró ser altamente incompetente para tener un gobierno honesto, aún si aceptamos que él en lo personal fue honesto. Su secretario de finanzas incurrió en actos de corrupción, al igual que su principal operador político René Bejarano. Los policías en el Distrito Federal continuaban extorsionando a los ciudadanos, los funcionarios en las ventanillas de trámites del gobierno también exigían dinero a cambio de proporcionar un servicio, y así en muchos ámbitos. Esto es lo que debiéramos evaluar. No es un asunto de buenos y malos individuos, es un asunto de buenas o malas reglas.
* Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Stanford.Jefedel De-partamento de Ciencia Política del ITAM en la Ciudadde México