El brutal asalto a los valores fundamentales que construyeron el liderazgo mundial que Estados Unidos mantuvo por más de un siglo podrá agravarse a partir del primer miércoles de noviembre. El respeto a la democracia, la inclusión, la diversidad y la igualdad en las oportunidades fueron por mucho tiempo los grandes pilares con que la ideología del “Sueño Americano” impulso la expansión global del sistema capitalista. Esto es, hasta la llegada de Donald Trump.
Expresión casi perfecta del aspirante a tirano –“puedo balear a quien quiera en plena Quinta Avenida y no pasará nada” –, como presidente Trump encabeza una corriente política que ve en la riqueza extrema la virtud suprema, que intenta aislar a su país del resto del mundo, que le teme y rechaza a las minorías étnicas y religiosas.
Genio de la manipulación, capaz de convertir cualquier asunto en un circo de insultos. Prototipo del líder populista del siglo XXI, sabe navegar por drenajes de la social media, ha sabido ganarse el apoyo, incluso el fervor, de lo que John McCain llamaba “los crazies”, quienes parecen consumir gustosos cualquier tipo de Fake news que él produce de manera industrial.
Es en ese contexto en que se enmarca el proceso electoral del 2020 en este país.
El hecho de fondo es de acuerdo con todas las encuestas públicas, en este momento cualquiera de los aspirantes vencería a Trump, por un margen de unos 4 puntos porcentuales. Lo haría Joe Biden, el vicepresidente de Obama, lo haría la senadora Elizabeth Warren y, sí, también Sanders, el socialista de 78 años de edad.
Rumbo a lo que, sin duda, será una especie de referéndum, el proceso interno del partido demócrata ha servido para intentar movilizar a los grandes segmentos sociales que no votarían en favor de la reelección. Hasta ahora Bernie Sanders, ha sido el más eficiente para movilizar a jóvenes, mujeres e incluso latinos.
Todavía pueden pasar muchas cosas antes de la convención nacional demócrata en el verano. Después de las lecciones del 2016, nadie se atrevería a suponer que Trump no es capaz de volver a obtener el apoyo de Vladimir Putin o alguna otra fuerza obscura, o incluso de vender la idea de que la bonanza en los mercados financieros se la debe el planeta a él personalmente.
En todo caso, queda esperar a la disciplina de los aspirantes demócratas –justo lo que no ocurrió cuando Sanders no apoyó a Hillary—y a la capacidad de la persona que gane la candidatura de motivar y movilizar hacia las urnas –el martes 3 de noviembre próximo– a un segmento suficientemente grande de quienes han sido víctimas del caballero del peluquín anaranjado.