En comparación a la mayor parte de los países del mundo, una de las principales virtudes de la sociedad estadounidense es el rol que tienen sus mujeres en casi todos los ámbitos. Salvo en la cúspide del poder. El fenómeno Trump es, probablemente, el último gran triunfo del machismo, la discriminación y la inequidad de género. Sin duda el movimiento social representado por la etiqueta #Metoo, es el mayor desafío al proyecto que la Casa Blanca encabeza.
Por ello, el debate nacional en torno a la nominación del presidente Donjald Trumnp del juez Brett Kavanaugh para ocupar la posición vacante en la Suprema Corte es un tema de relevancia histórica.
Si en 1991, la fuerza del sistema político pudo aplastar a Anita Hill, quien se atrevió a denunciar la inmoralidad del juez Clarence Thomas y lo llevó a convertirse en la figura más reaccionaria del tribunal supremo, en el 2018, las denuncias de la profesora Christine Blasey Ford y otras mujeres que denuncian a Kavanaugh por diversos tipos de abuso y acoso sexual, difícilmente podrán ser ignoradas esta vez. El costo de volver a imponer un personaje señalado de semejantes crímenes podría ser enorme. Tanto en las elecciones legislativas que vienen, como en las presidenciales del 2020.
