Fernando Guzmán Aguilar/David Novoa
En Mesoamérica, el desplazamiento de lenguas indígenas comenzó antes de la Conquista y se profundizó durante la Colonia. En México, actualmente, muchas lenguas originarias están en un proceso avanzado de extinción.
La diversidad lingüística en la época prehispánica era mucho mayor comparada con su estado actual, dice la doctora Lucero Meléndez Guadarrama, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM (IIA – UNAM). Sin embargo, desde entonces ya había poliglosia, situación en la que coexisten tres o más lenguas o variedades lingüísticas en una comunidad de hablantes y una de ellas tiene dominio o preferencia sobre las otras.
En Oaxaca, por ejemplo, el zapoteco predominaba frente a otras lenguas o variedades de la región. Lo mismo sucedía con el purépecha en Michoacán y con el náhuatl en el centro del país. Cuando los nahuas incursionan en Mesoamérica, establecen relaciones de poder frente a otros grupos etnolingüísticos y su lengua se vuelve hegemónica. Entonces el náhuatl comienza a desplazar paulatinamente a otras lenguas.
La diversidad lingüística prehispánica, agrega la investigadora del IIA, era mayor a la que hoy existe en el país. Sin embargo, no se sabe a ciencia cierta cuántas lenguas se hablaban entonces, pese a que frailes y cronistas registraron muchos nombres de lenguas que no sobrevivieron hasta ahora.
Diversificación lingüística
Meléndez Guadarrama, doctora en Estudios Mesoamericanos por la UNAM, dice que el náhuatl, el zapoteco, el mixteco y el chinanteco son etiquetas frecuentemente usadas, cada una, como equivalentes a una sola lengua, cuando en realidad representan agrupaciones lingüísticas altamente diversificadas (algunas más que otras). Por lo tanto, lo correcto sería hablar de “lenguas zapotecas”, “lenguas mixtecas”, etc.
En México, según el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), se hablan 62 lenguas indígenas nacionales, de las cuales se derivan las 364 variedades lingüísticas que registra el Catálogo de las Lenguas Indígenas Nacionales (CLIN) del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI). Sin embargo, dice Meléndez Guadarrama, son cifras todavía imprecisas, porque la diversificación lingüística es mayor en nuestro país.
Casi todas las familias lingüísticas tienen al menos “un miembro extinto”, y hay varias lenguas clasificadas como “en riesgo”: algunas en mediano riesgo y otras en riesgo no inmediato, de acuerdo con cifras oficiales publicadas por el INALI. Aquellas lenguas que se siguen usando en diferentes espacios funcionales dentro y fuera de la comunidad y trasmitiendo de padres a hijos están clasificadas como “estables”, y se considera que “gozan de buena salud”.
La supervivencia de una lengua depende de una serie de variables multifactoriales que incluye las políticas lingüísticas. En nuestro país, por muchos años dichos lineamientos se enfocaron en promover el desplazamiento de las lenguas indígenas en favor del español como lengua nacional. Hoy ya han cambiado las políticas lingüísticas, pero la discriminación hacia las lenguas originarias y sus hablantes persiste en el grueso de la población mexicana.
En este contexto, algunas comunidades van decidiendo, consciente o inconscientemente, no continuar con la transmisión intergeneracional de su lengua. Las madres dejan de transmitirla a sus hijos y, en consecuencia, ellos adquieren el español como su lengua materna. Aunque los adultos pueden seguir hablando su lengua, cuando ellos mueren, su lengua muere con ellos.
El Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas
El 2019, declarado Año Internacional de las Lenguas Indígenas, representantes de comunidades de hablantes de distintas partes del mundo, miembros de diferentes ONG, representantes institucionales y expertos académicos se reunieron para elaborar un diagnóstico y proponer iniciativas.
Uno de los resultados más importantes fue que Naciones Unidas proclamó el periodo comprendido entre 2022 y 2032 como el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas del Mundo, con el fin de “garantizar el derecho de los pueblos indígenas a preservar, revitalizar y promover sus lenguas” e “integrar los aspectos de la diversidad lingüística y el multilingüismo en los esfuerzos de desarrollo sostenible”. La declaratoria, que tiene a la Unesco como principal organismo encargado de su aplicación, supuso la colaboración entre los propios hablantes y distintos actores para trazar líneas de acción en pos de contrarrestar la tendencia de desplazamiento de las lenguas indígenas frente a las lenguas hegemónicas.
Para Meléndez Guadarrama, es clave involucrar a los hablantes como actores en el proceso de revitalización de su lengua, ya que éste tiene que nacer de las necesidades consensuadas por los miembros de la comunidad, más que desde las necesidades dictadas desde el gobierno.
En México, como en Estados Unidos, hay casos en que la gente no necesariamente desea que la lengua se preserve. Es un dilema: “si quiero o no quiero continuar hablándola o transmitirla a mis hijos”. Como lingüistas, es un deber ético respetar la decisión y apoyar desde nuestra trinchera las necesidades de las comunidades, advierte la investigadora.
Lenguas en riesgo
Lamentablemente, en nuestro país, instituciones como el INALI, encargadas de promover el fortalecimiento y mantenimiento de las lenguas indígenas, en vez de ser robustecidas están siendo desdibujadas, con una reducción significativa de su presupuesto, y quizá próximamente sean absorbidas por otra entidad, perdiendo con ello autonomía y líneas urgentes de acción. Esto es un retroceso para México, un freno significativo para las políticas lingüísticas de los últimos años, así como para los programas comunitarios y académicos que desde allí se impulsan.
Meléndez Guadarrama considera que la difusión amplia y clara de la Ley General de los Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas es fundamental para que la gente sepa que hablar su lengua es un derecho y que todas las lenguas indígenas nacionales tienen “los mismos derechos de uso que el español”. En el país aún hay personas que la desconocen y siguen atropellando los derechos de los hablantes de lenguas indígenas. Por ejemplo, en Yucatán —y seguramente en otros estados del país—, en algunas comunidades bilingües de maya-español hay sanciones por parte de los docentes por hablar maya en el aula, lo cual no es legal y, sin embargo, sigue ocurriendo.
Otro de los problemas que contribuye al desplazamiento lingüístico al interior de las comunidades es la ubicación imprecisa de los maestros. En algunas ocasiones se destina a maestros bilingües a zonas que no los requieren; en otras, el maestro enviado no habla la variante lingüística de la comunidad.
Ante escenarios como el de México, la Unesco busca canales para fortalecer las lenguas indígenas y hacer valer los derechos de sus hablantes en todos los ámbitos: comunitario, educativo, salud, etc.
Meléndez Guadarrama puntualiza:
Mantener la diversidad lingüística y cultural enriquece a la humanidad. Es positivo frente a las tendencias unificadoras que responden a la globalización. Al perder una lengua, se pierde parte de la cosmovisión de un grupo, pero lo más importante es que se pierde un derecho humano fundamental, el de hablar tu lengua materna. Éste es un derecho que los hablantes del español quizá nunca hemos sentido amenazado, porque somos hablantes de una lengua hegemónica, pero que los hablantes de las lenguas indígenas han tenido que defender a lo largo de los siglos y que, como sociedad, tenemos la obligación de reconocer y respetar. Aún no es tarde.