Por Vidal Romero
El 7 de junio México vivió unas elecciones que pueden resultar fundamentales para el País en varios frentes, aunque persisten múltiples problemas, el balance parece ser favorable para el desarrollo de México. En los párrafos siguientes se presenta un recuento de lo negativo y lo positivo de la elección.
Lo Malo
La legislación electoral. Persisten, y se han empeorado con el tiempo, una serie de normas legales que pretenden regular hasta el absurdo la conducta de partidos, candidatos y ciudadanos durante las campañas electorales. En la mayoría de los casos fracasan porque van en contra de los incentivos naturales de candidatos y ciudadanos durante una campaña electoral y lo único que han generado es más burocracia electoral y una cantidad inmensa de litigios.
El gasto excesivo en campañas. Y el problema no es en sí la cantidad del gasto, sino su origen: nuestros impuestos. El esquema de financiamiento público justificado en términos de evitar contribuciones del crimen organizado y de privados a cambio de favores pagados una vez en el puesto público ha probado sistemáticamente ineficaz. Este esquema también contribuye a la desconexión entre votantes y candidatos. Y, además, es inequitativo para partidos pequeños y candidatos independientes que reciben muy poco financiamiento público, pero se les niega el acceso a dinero privado.
Malas prácticas electorales. Continúan los esquemas clientelares de los gobiernos de todos colores y orientaciones. Si bien el foco de los medios fue en el partido verde, todos los partidos incurrieron en compra de voto y acarreos de votantes.
Lo bueno
El éxito de algunas candidaturas independientes. El hecho de que varios candidatos independientes o de partidos distintos a los “tradicionales” ganaran elecciones, cambia la percepción del votante en el sentido de que son ahora ya esquemas viables de triunfo y no sólo candidaturas testimoniales o de posición. Resaltan el caso de “El Bronco” que ganó la gubernatura de Nuevo León como independiente, de Pedro Kumamoto que será diputado local por el distrito 10 de Jalisco, y de Enrique Alfaro que ganó por Movimiento Ciudadano, un partido “pequeño”, el municipio de Guadalajara. Esto no sólo amplia el menú de opciones para los votantes, sino que inducirá a los partidos “grandes” a postular candidatos más atractivos para los votantes que puedan competir con estas opciones independientes.
Una mayor pluralidad en puestos de gobierno. Especialmente por la fraccionalización de la izquierda se generó en muchas entidades una potencialmente benéfica pluralidad de fuerzas gobernantes. El caso más paradigmático es el Distrito Federal en donde se rompió la hegemonía del PRD, que desde 1997 había gobernado sin demasiada oposición. Ahora ya no tiene la mayoría en la Asamblea de Representantes, ni la mayoría de las delegaciones, las cuales comparte con Morena, el PRI y el PAN. Esto abonará para romper con muchas inercias negativas que la falta de competencia había generado en el Distrito Federal. Aunque cabe aclarar aquí que en el congreso federal las proporciones no varían demasiado, con excepción de la división de la izquierda.
En suma, se comienza a ver la luz, aunque aún lejana, al final del túnel de la democratización de México.