Entre el 28 y 29 de abril de 1996, en la antigua colonia de prisioneros de Port Arthur, sitio turístico muy visitado, tuvo lugar la peor masacre sucedida en Australia, luego del genocidio de Aborígenes. La respuesta del primer ministro John Howard y de los legisladores del país no se hizo esperar. Se introdujeron leyes para un control de armas estricto y se formuló el “Programa de Implementación de Armas de Fuego Acta 1996” restringiendo la propiedad de ciertas armas. Entre las diversas provisiones establecidas por estas nuevas leyes se prohibió el uso de rifles y escopetas automáticas y semi-automáticas, así como las escopetas de acción de bombeo.
El gobierno procedió a confiscar estas armas mediante un sistema de recompra. De la misma manera, estableció un registro de todas las armas propiedad de sus ciudadanos y la necesidad de obtener un permiso por cada nueva arma que se comprara.
Como resultado de estas medidas la tasa de homicidios bajó poco más del 40% durante los siete años que siguieron a su implementación. Igualmente, la tasa de suicidios bajó un 57% en el mismo periodo. Es posible que estas tasas no bajaron por efecto directo de las medidas, pero no hay duda que estas tuvieron, al menos, cierta influencia.
El pasado día de San Valentín, muchos amaneciemos estimulados para compartir con amigos, con amados, con posibles amores. En Farkland, Florida, un joven de 19 años, recientemente expulsado de una escuela secundaria, decidió visitarla acompañado de un arma semi-automática y varios cargadores. El joven, en algún momento había colocado en una de sus cuentas sociales algo así como “Voy a ser un francotirador profesional en una escuela.” Ese día de san Valentín, el mismo muchacho asesinó a 17 personas e hirió a 14 más. Esta era la octava escuela en lo que iba de 2018 en que se ejecutaba ataque similar.
Días después vimos a una joven sobreviviente de la masacre de la secundaria Marjory Stoneman Douglas exponer ante numerosas personas, en una reunión anti-armas, un discurso apasionado y coherente, confrontando al presidente, a la Asociación Nacional del Rifle, a los políticos y a sus argumentos en contra de establecer nuevas leyes para el control y manejo de armas. Con su canto “Shame on you!” (¡Dan vergüenza!).
Hoy, mientras escribo esta nota, varios días antes de que sea publicada, un grupo de jóvenes se dirige a la capital de Florida para protestar ante el gobernador y legisladores pidiendo que se revisen y establezcan leyes que ayuden a controlar la posesión y el uso de armas, especialmente aquellas automáticas y semiautomáticas. Al menos el presidente se decidió a pedirle al Fiscal General que se proponga una prohibición a los aditamentos conocidos como “Bum Stock” que virtualmente convierten a un rifle en casi una ametralladora. Es un buen paso. No es suficiente, pero es un buen paso.
Mientras tanto pareciera estarse generando un movimiento liderado por jóvenes adolescentes. Su plegaria “We call BS!” Esperamos que finalmente los adultos, especialmente los políticos, comiencen a escuchar.