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México y sus inmigrantes

“Este contacto entre comunidades de diversas procedencias han dejado una impronta notoria que nos pasa inadvertida. Para hacerlo evidente a mí me gusta hablar de los tacos al pastor, ¿hay algo más nuestro que eso? En realidad el trompo rotatorio y la carne ensartada nos vienen del Medio Oriente y son un elemento común en esquinas y plazas de allá, donde se conoce como shawarma; lo único que hicimos aquí fue sustituir el cordero por cerdo y agregarle picante”.

En la Plaza Manuel Gamio, en la escuadra que forman la Catedral Metropolitana y el Templo Mayor, en el corazón de la Ciudad de México a unos pasos de donde danzantes con penacho bailan al ritmo de las percusiones y de donde se ofrecen limpias con manojos de hierba y humo de copal, una serie de fotografías saltan al encuentro de quien camina por el lugar. Se trata de la exposición Los que llegaron, que en 87 fotografías muestra a 26 grupos de inmigrantes asentados en México y que, con su presencia, nos han ido conformando como nación.

“Estas imágenes cuestionan la idea de que somos el producto de una fusión entre españoles e indígenas —últimamente nos han dicho que hay una tercera raíz, la negra—, cuando deberíamos entender y aceptar que en nuestros orígenes hay una diversidad más amplia. Estamos muy lejos de ser sólo el mestizaje de dos culturas, somos resultado del encuentro de muchas más”, indicó Carlos Martínez Assad, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, quien recopiló las fotos de esta galería al aire libre.

La mayoría de quienes se detienen a ver son espectadores espontáneos que hacen una pausa en su camino, como la señora Leticia, quien antes de doblar en la calle de Moneda en busca de mercancía para su negocio quiso “averiguar qué había ahí”, pues desde la salida del metro Zócalo alcanzó a divisar los caballetes de madera en medio de la explanada, o Saúl y Roberto, dos estudiantes de secundaria cuya tarea es visitar el Templo Mayor, “pero nos compramos helados en Nutrisa y decidimos quedarnos a ver las fotos en lo que nos los acabamos; no podemos entrar con alimentos”.

Los que llegaron es producto de una de las líneas de investigación que Martínez Assad ha desarrollado a lo largo de su carrera: los procesos migratorios a México desde la Colonia hasta nuestros días, y una manera poco ortodoxa de difundir sus hallazgos.

“Si bien no todos pueden venir a la Universidad, debemos ver cómo llevar este conocimiento a la gente. Visibilizar el trabajo realizado en la UNAM y mostrarlo a un público amplio tiene efectos de gran importancia. Deberíamos valorar más el alcance de estos esfuerzos”.

Raíces múltiples

Intelectuales como Octavio Paz, Samuel Ramos, José Vasconcelos o Andrés Molina Enríquez defendían la idea de México como una nación mestiza y, sin embargo, hoy tenemos todos los elementos para asegurar que esta noción se sustenta en un equívoco, pues más que de dos, somos la expresión de muchas más culturas; basta con voltear a nuestro alrededor y constatarlo, aseveró Carlos Martínez.

“Este contacto entre comunidades de diversas procedencias han dejado una impronta notoria que nos pasa inadvertida. Para hacerlo evidente a mí me gusta hablar de los tacos al pastor, ¿hay algo más nuestro que eso? En realidad el trompo rotatorio y la carne ensartada nos vienen del Medio Oriente y son un elemento común en esquinas y plazas de allá, donde se conoce como shawarma; lo único que hicimos aquí fue sustituir el cordero por cerdo y agregarle picante”.

Cada pieza de la muestra Los que llegaron es un retrato de estas presencias y de cómo nos han ido transformando como mexicanos. Así, las fotografías en blanco y negro de charros y gauchos en un jaripeo de 1910 conviven con las de artistas cubanos haciendo cabriolas en bicicleta frente al Monumento de la Revolución, allá por 1955, o los de una niña armenia de 1931, vestida de china poblana.

“A mí siempre me han interesado las imágenes como vía para divulgar una idea o un proceso, pues lo gráfico no escapa a la atención de nadie. De hecho, el cine nace para informar y las primeras grandes cintas son documentales. Lo que hice en esta ocasión fue seleccionar —con asesoría de David Maawad— una serie de fotos encontradas en fondos privados a lo largo de mis investigaciones y prestadas por muchas de familias migrantes que dejaron sus países y se asentaron aquí”.

A decir del coordinador del Seminario Universitario de Culturas del Medio Oriente, si bien estas instantáneas hacen evidente la huella de otras culturas en nuestro día a día, también lo hacen muchas construcciones icónicas: el Hemiciclo a Juárez es una obra hecha por italianos; el Ángel de la Independencia resulta casi una calca del Ángel de la Libertad de Burdeos, Francia, y los vitrales de Bellas Artes son obra de diseñadores húngaros y fueron creado según los cánones del arte en vidrio de ese país.

“A muchos sorprende saber que muchos monumentos nacionales representativos son de autores extranjeros. Algunos de ellos se quedaron y otros se fueron, todos dejaron su impronta aquí”.

El México de hoy, impensable sin los extranjeros

Entre los personajes más identificables en las imágenes de Los que llegaron están Gabriel García Márquez, Vicente Rojo y Luis Cardoza y Aragón: un novelista colombiano, un pintor español y un poeta guatemalteco sin los cuales no pondríamos entender nuestra vida cultural actual, señaló Carlos Martínez Assad.

“Y es que México es una nación con una fuerte presencia inmigrante, algo que muchos han querido minimizar al compararnos con Estados Unidos, donde en algún momento los extranjeros fueron una quinta parte del total de la población, mientras que aquí esa cifra no ha rebasado el uno por ciento”, detalló el académico.

Quienes defienden esa postura —añadió— no dicen que ese número no se aplica a la capital, pues ha habido momentos donde el siete por ciento de los habitantes de la Ciudad de México han sido de otras nacionalidades, en particular de los años 10 a los 30 del siglo XX, cuando hubo un fuerte flujo migratorio a raíz de la caída del imperio otomano y el fin de la Primera Guerra Mundial; eso dejó una marca.

Como apasionado del séptimo arte, Martínez Assad ha estudiado la impronta de este fenómeno en nuestra industria fílmica y la encuentra particularmente interesante. “No falta quien se sorprende cuando les digo que Mauricio Garcés o Capulina eran de origen libanés, aunque si destacara a alguien ese sería Joaquín Pardavé, quien además de interpretar al baisano Jalil también hizo de inmigrante gallego, asturiano y cubano, le gustaba ese papel. Haciéndole justicia yo diría que es el Octavio Paz del cine mexicano, porque nos demostró que a México arribó una gran cantidad de extranjeros y así, desde las pantallas, se atrevió a contradecir muchas de las hipótesis de mestizaje que se manejaban en el discurso oficial”.

Para el académico, uno de los problemas que nos dificultan concebir la amplitud de este escenario es que hemos sesgado nuestra historia a partir de una perspectiva ideológica y ello nos ha llevado a pasar por alto hechos como que, durante la Revolución Mexicana, miles de estadounidenses eran propietarios de tierras, ranchos o haciendas, y que ellos, junto con franceses y británicos, favorecieron el desarrollo industrial del país. “Como se ve, el escenario es mucho más extenso.

Los que llegaron. Inmigrantes en México permanecerá en exhibición hasta el 2 de abril en la Plaza Manuel Gamio (mejor conocida como Plaza Seminario) y servirá de marco para diversas conferencias y ciclos de cine. La muestra y las actividades paralelas son organizadas por el Seminario Universitario de Culturas del Medio Oriente de la UNAM y la Autoridad del Centro Histórico.

 

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