A finales del mes de agosto se anunció la creación de un nuevo Tratado Comercial Estados Unidos-México, por el momento es un acuerdo bilateral, pero se espera que Canadá se sume al nuevo pacto comercial, dado que se espera esta nueva forma de negociación reemplace al Tratado de Libre Comercio de America del Norte (TLCAN), el tan mal nombrado NAFTA.
Lo que sí es un hecho es que no será Enrique Peña Nieto uno de los presidentes que suscriba el acuerdo. Al vencerse el plazo del 31 de agosto, técnica y legalmente es imposible que el presidente mexicano pudiera suscribir el acuerdo el último día de su mandato. Ahí naufraga definitivamente la única justificación medianamente racional de su apuesta política de apostar por el (entonces) candidato Trump. La prudencia ante los permanentes desplantes e insultos del presidente Trump de poco le sirvieron al mandatario mexicano y a su brazo derecho, el canciller Luis Videgaray.
Como en la transición de George Bush Sr, a Bill Clinton, corresponderá ahora al presidente Obrador la decisión de ratificar, o no, el posible acuerdo. Eso, en el caso de que el Lame Duck Congress estadounidense lo ratifique antes del plazo de 90 días que correría, si finalmente Canadá se suma al acuerdo en las próximas semanas. Y eso, en el supuesto de que la Administración Trump no se colapse en las elecciones intermedias de noviembre.
En otras palabras, como dijera la vieja maldición china, fueron 25 años muy “interesantes”.