Por Jorge M. González
La mitología literaria nos indica que a finales de los 1960’s el Mexicano Carlos Fuentes (1928 – 2012) y el Peruano Mario Vargas Llosa (1936 – ) sostuvieron una reunión que estaría destinada a cambiar la historia de la novelística en Latinoamérica. El tema principal que trataron estos escritores era el de involucrar a otros latinoamericanos relevantes/emergentes en aquellos tiempos para que cada uno escribiera una novela inspirada en algún dictador de la región. No sabemos a ciencia cierta si ocurrió o no tal evento, pero cuatro obras aparecidas a finales de esa década y en la siguiente, son memorables: “Conversación en la Catedral” (1969) del propio Vargas Llosa, “El Recurso del Método” (1974) del Cubano Alejo Carpentier (1904 – 1980), “El otoño del patriarca” (1975) del Colombiano Gabriel García Márquez (1927 – 2014) y quizás la menos conocida, “Yo, El Supremo” (1974) del Paraguayo Augusto Roa Bastos (1917 – 2005).
A estas obras podríamos agregarle títulos como “La Fiesta del Chivo” (2000), también de Vargas Llosa. Todas, como grupo, constituyen un “sub-género literario” característico de la literatura latinoamericana denominado por muchos como “novelas de dictadores.” Su épica rechaza numerosos sistemas narrativos tradicionales, dedicándose a examinar la autoridad de ciertos “líderes” a manera de desafío. “Facundo: Civilización y Barbarismo” (1845) del Argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) podría considerarse la semilla de este estilo al juzgar a los caudillos Argentinos Juan Manuel de Rosas (1793) y Juan Facundo Quiroga (1788-1835).
Fue en 1946, 20 años antes de aquella supuesta reunión, cuando se publicó una de las novelas mas emblemáticas sobre dictadura alguna, “El Señor Presidente”, escrita por el Guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1899–1974). En esta obra, Asturias nos presenta un país oscuro, regido por una dictadura terrible, en la cual encontramos funcionarios serviles, junto a una población aterrorizada, quienes conviven en espera de cada decisión o deseo que se le ocurra al regente del país en cuestión. El crítico literario Gerald Martin (1944 – ) nos comenta que esta novela es “un laberinto del horror” en un “estado terrorista” en el cual todos los pobladores están atrapados en una “alucinación” que es en realidad la “proyección de una pesadilla colectiva”.
Estas novelas nos permiten ver y recordar que la base real de cualquier dictadura es, indudablemente, el mantenimiento del miedo. Si no haces lo que digo, te cierro; si no haces lo que quiero, te expropio; si no haces lo que me gusta, te boto. Si no me complaces, cárcel o exilio. Esto lo indica magistralmente el escritor y novelista Uruguayo Eduardo Galeano (1940 – 2015) quien al presentar su obra “Espejos: una historia casi Universal” (2008) nos comentaba que la sociedad actual está siendo sometida a la dictadura del miedo. Tal concepto se hace definitivamente más claro en los regímenes autoritarios.
… es así como llegamos al día de hoy en Venezuela, un país que ya no es el que fue y en el que sus habitantes comienzan cada día esperando una nueva tropelía de parte del régimen y sus lacayos.