La relación con la muerte es uno de los momentos cruciales de la vida. Para las civilizaciones milenarias, como la Egipcia, la China, el universo Maya, el tema es piedra angular de sus culturas. Casi siempre, es apenas el fin de una etapa y el comienzo de una nueva existencia.
En el país de Walt Disney y Freddy Krueger, donde los ritos funerarios podrían incluirse en el reverso de una caja se cereal, pocos temas contrastan más con la cultura estadounidense típica que las poderosas raíces de la cultura Latina en sus múltiples expresiones por El Día de Muertos.
Sin dejar de reconocer el impacto del Halloween como producto y negocio global, las tradiciones en torno al 1 y el 2 de Noviembre, sobre todo en las culturas Mesoamericanas, se alzan claramente como expresiones mucho más coloridas y profundas.
No solamente por las Ofrendas de Muertos, o las obligadas visitas al panteón para visitar a nuestros difuntos, sino por todas las manifestaciones religiosas en la que el catolicismo es con mucha frecuencia un tenue velo que cubre un muy extenso repertorio de simbolismos prehispánicos que han sobrevivido a través de los siglos.
No olvidamos que para algunos de los pueblos originales en nuestro continente los sacrificios humanos eran eventos de gran trascendencia e influencia en casi toda la vida social. Los mismos que fueron virtualmente exterminados durante la Conquista y aún hoy mantienen una relación cercanísima con la violencia extrema y sus consecuencias.
Por ello, vale la pena entender mejor las fiestas propias de estas fechas. Después de todo, un pueblo que es capaz de celebrar la muerte como lo hace nuestra gente, seguramente tiene mucho que decirnos sobre la vida misma.