Primero lo básico: Las personas son seres humanos de carne y hueso con las limitaciones y complejidades propias de todos nosotros. Los personajes son creaciones, generalmente en base a muy pocos rasgos y su tamaño suele estar relacionado a su presencia pública.
Protagonistas del imaginario colectivo de mi generación, El Santo, Blue Demon, Sherlok Holmes, Frankensteinson ejemplos de personajes –reales o no— de mucho mayor estatura que los individuos que les dieron vida. Como Iron Many Robert Downey Jr., o El Chapulín Coloradoy Roberto Gómez.
En muchos casos la persona y el personaje se convierten en una misma cosa. Los casos de Bela Lugosi, el actor que se fusionó con el Dráculaque representaba en la pantalla o el de Javier López Chabelo, creo que dejan muy claro el punto.
Hoy que la vida política en casi todo el mundo funciona a partir de la dinámica del espectáculo, lo mismo podría decirse de figuras como Trump, El Peje o Putin. Capaces de utilizar el circo mediático que los ha rodeado, estos mandatarios han sido capaces de construirse personalidades públicas a la medida de su retórica. Más allá de sus atributos individuales, los grandes personajespretenden encarnar los sueños y sentimientos de sus fans.
Dos ejemplos más:
Por azares del oficio reporteril, en la noche sábado 21 de junio de 1997 me tocó acompañar a Carlos Monsiváis a atestiguar un momento histórico del comienzo del fin del viejo régimen: la exhibición a féretro abierto del cadáver de Fidel Velázquez, el eterno líder obrero de la Central de Trabajadores de México.
Protagonista de incontables conferencias de prensa –“el oráculo de los lunes” –, que terminaron por convertirse en una especie de letanía gutural indescifrable, don Fidel, que vivió 97 años y por más de 50 se convirtió en una de las estrellas de un sistema político que formalmente perdió la presidencia tres años después; afortunadamente no de la manera que el líder había profetizado: “a balazos llegamos, a balazos nos tendrán que sacar”.
El subcomandante Marcos es probablemente uno de los personajes más excepcionales de estos tiempos interesantes que nos ha tocado vivir. A diferencia de casi todos, en este caso la persona detrás del pasamontaña supo mantener su distancia respecto al peculiar personaje que representó: un guerrillero pacifista, una especie de poeta globalifóbico.
Líder de aquel levantamiento indígena de Los Altos de Chiapas del 1 de enero de 1994 que le arruinó la fiesta neoliberal al presidente Salinas de Gortari (otro gran personaje), por varios lustros ya “el sub-Marcos” ha sabido escurrir el bulto a buena parte de los rituales políticos y la parafernalia mediática que suele marcar la historia de este tipo de héroes/villanos.
Aunque en su momento demostró las cualidades histriónicas de un protagonista de la vida pública nacional –por ejemplo, durante su presencia en las “negociaciones de paz” dentro catedral de San Cristóbal –, el señor Rafael Sebastián Guillén Vicente seguramente puede pasearse sin mayor sobresalto en cualquier circulo progresista de Roma –o de la Colonia Condesa. Esto debido a su peculiar súper poder: su capacidad de mantenerse distante del personaje que representó.