Por Adalberto Durán-Vázquez, Maribel Soto-Nuñez. Facultad de Medicina, UNAM. México.
Sin duda alguna los azúcares comestibles son de una enorme valía para el paladar del ser humano, desde la infancia son de un enorme valor por el aporte energético que proporcionan. En el cerebro, la interpretación del sabor dulce produce un estado placentero debido a que se liberan endorfinas, es por ello que el consumo de chocolate, por ejemplo, para algunas personas llega a ser adictivo.
La idea de que el consumo de alimentos dulces y sacarosa sea dañino no es nueva, a fines del siglo XVII, se decía que el azúcar era el causante de producir escorbuto y como resultado su consumo se vio limitado e incluso prohibido. Fue a partir del siglo X, después de la conquista española, que el consumo de azúcar en las colonias y en la misma Europa se hizo extensivo y para finales del siglo XIX el consumo per cápita a nivel mundial era de 10 kg anuales. Hoy en día llega a ser hasta de 60 kg siendo el consumo indirecto, el que más crece, por la cantidad de azúcares en la elaboración de refrescos, pastelería y otros productos.
Es el alto consumo de estos productos aunado al sedentarismo de la especie humana lo que produce un alto riesgo para la salud. Está demostrado que produce obesidad, diabetes, hipertensión y otras enfermedades. Ante esta situación surgió la necesidad de buscar sustitutos del azúcar para el consumo humano, que mantuvieran la capacidad de endulzar los alimentos pero con un bajo nivel calórico y así, nacen los edulcorantes
Los edulcorantes artificiales, también llamados sustitutos del azúcar, son sustancias que se usan en lugar de la sacarosa (azúcar de mesa) para endulzar alimentos y bebidas. Debido a que los edulcorantes artificiales son mucho más dulces que el azúcar de mesa, se necesitan cantidades más pequeñas para crear el mismo nivel de dulzor. Los principales edulcorantes artificiales son: Sacarina, Aspartame, Acesulfame y Sucralosa. Al ser aditivos alimenticios aprobados por la FDA y considerarse seguros, era de esperarse que su uso indiscriminado tuviera auge en los últimos años. ¿Pero son realmente inofensivos?
Diversos estudios muestran que el consumo de edulcorantes artificiales a largo plazo provoca trastornos metabólicos, hipertensión, inflamación, dislipidemia, gota, cálculos biliares y enfermedades renales que han empezado a ser un problema grave en salud pública de los países que los consumen grandes cantidades.
Un estudio realizado en habitantes adultos de USA, sin antecedentes de hipertensión, demostró que el consumo de 74 mg de sacarina diarios, equivalente a dos bebidas “bajas en calorías”, se asociaba a un incremento de la tensión arterial. Se ha observado que este tipo de comportamientos tienen repercusiones graves en los países en desarrollo, ya que los gastos por atención médica de este tipo de enfermedades se duplica y es alarmante que este problema se incrementa en la población infantil, por lo que se ha propuesto limitar su consumo a este tipo de población para poder mejorar su salud y calidad de vida.
En conclusión es recomendable que los edulcorantes sean sustituidos por alternativas naturales, lo que permitiría reducir el riesgo de varias enfermedades crónico degenerativas que podrían llevarte a la muerte. Si el objetivo es controlar el peso por medio de las llamadas bebidas y alimentos “ligth”, la recomendación es un buen programa de ejercicio y un consumo menor de azúcares y grasa con lo que se obtienen también buenos resultados, sin poner en riesgo tu salud.