Pepe Herrera / Emiliano Sánchez
Se supo de su existencia en 1987. Científicos estadounidenses lo descubrieron cuando analizaban gatos infectados en California y a partir de ese momento comenzaron a estudiarlo. Lo clasificaron como un lentivirus, es decir, que se caracteriza por dar lugar a enfermedades con un largo período de incubación entre el momento de la infección y la aparición de la sintomatología. Fue nombrado virus de inmunodeficiencia felina (VIF).
Este virus afecta actualmente a nivel mundial al 14% de la población felina, y su nombre se asemeja al del VIH debido a que tiene los mismos síntomas. A pesar de ello, un gato infectado con VIF puede tener una vida larga y relativamente saludable, “ya que no es una sentencia de muerte, siempre y cuando se tengan los cuidados adecuados”, explicó Tania Díaz Hernández, académica en Área de Medicina de Gatos en el Hospital Veterinario de Especialidades de la UNAM.
Díaz Hernández indica que el VIF sólo se transmite de gato a gato, por medio del mordisco. Como los gatos machos suelen ser los que más se pelean, son los más propensos a infectarse. Los gatos, machos o hembras, pueden infectarse a cualquier edad, pero como pasa bastante tiempo entre la infección y el desarrollo de los síntomas, lo más común es que éstos se presenten en adultos.
Como mencionamos anteriormente, los efectos del VIF son similares a los del VIH: afecta las células del sistema inmunológico destruyéndolas o dañándolas, lo cual genera como consecuencia un deterioro gradual de la función inmunológica del gato. En la fase temprana de la infección no hay signos aparentes de esta enfermedad.
Además de que la enfermedad que causa el VIF puede permanecer dormida muchos años en el organismo (sin presentar signos), sus síntomas son muy variables. Por ello, detectar la sintomatología del VIF es una labor complicada para los veterinarios.
Al deteriorar su sistema inmunológico, el VIF provoca que los gatos tengan un alto riesgo de contraer enfermedades e infecciones por virus, bacterias y parásitos, como el Toxoplasma gondii (que puede afectar el cerebro, los pulmones, el corazón, los ojos o el hígado) o los hemoplasmas (parásitos que causan anemia).
Apoyarse en pruebas
Por otro lado, la Dra. Díaz Hernández advirtió que, aunque los dueños no sospechen que el minino tenga VIF, es necesario que se le realicen pruebas periódicamente, no sólo por este virus, sino también para descartar la leucemia viral felina, una enfermedad incluso peor que la inmunodeficiencia felina.
“Estar al pendiente de nuestro felino es necesario, y realizarle pruebas de laboratorio es una de esas cosas básicas que debemos hacer como dueños. Cuando se sospecha que pudiera tener VIF, se recomienda realizar pruebas de manera frecuente no son costosas y entregan resultados en 10 minutos”.
Las pruebas van desde las más sencillas —las sanguíneas o la ELISA inmunocromatográfica— hasta las más especializadas.
Tratamiento para gatos con VIF
Los gatos con VIF tienen posibilidades de tener una vida larga y relativamente saludable, pero deben seguir una serie de cuidados especiales. Díaz Hernández apunta los siguientes:
- Es necesario tener medicina preventiva con ellos. Al notar que el gato está triste, come poco o se acicala de forma poco frecuente, hay que ir al veterinario. Independientemente de ello, que los dueños los lleven a consulta dos veces por año.
- Una buena nutrición. Preferentemente que sean dietas super premium (siempre y cuando se pueda).
- No provocarles estrés. Los gatos se irritan por cualquier cosa, y cuando están enfermos, se irritan aún más. Entonces hay que hacer lo posible para no perturbarlos.
- Asesoría veterinaria. Entender la situación por la que está pasando el felino y ver cómo se le puede ayudar.
- Evitar que salga. Para que no tenga contacto con otros gatos y los infecte.
Vacuna
Aunque se estaba utilizando una vacuna preventiva, en países como Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda ya empezó a inhabilitarse, debido a que hay diferentes subtipos y éstos pueden variar mucho de un sitio a otro.
“Incluso es más conveniente no tener una vacuna contra esta enfermedad porque a veces no nos deja identificar otras. Por ejemplo, la prueba del virus de inmunodeficiencia busca anticuerpos, y en un gato vacunado esto podría provocar que salga positivo y no nos está dando un beneficio real”, comentó Díaz Hernández.