Home » ¿Quo vadis, América?

¿Quo vadis, América?

Hace un mes, me encontraba cruzando el Puente de las Américas sobre la desembocadura del Canal de Panamá al océano Pacífico con un grupo de senadores y representantes del Congreso estadounidense y funcionarios panameños para ver las titánicas obras de expansión y modernización del canal. Estábamos ahí en un foro del Aspen Institute para discutir con los legisladores retos y oportunidades en las relaciones interamericanas. Pasado mañana, con motivo de la Cumbre de las Américas, todas las naciones del hemisferio por primera vez en un mismo foro desde 1962 se reunirán ahí precisamente con el mismo propósito. Y no es que se prevean anuncios tectónicos, o que hagan falta cónclaves presidenciales en una región que padece de ‘cumbritis y foros al por mayor. Tan van de cumbre en cumbre los mandatarios que parece que viven en una cordillera. Sin embargo, esta cumbre llega en un momento de inflexión clave para la región y en particular para la relación con su país hegemónico, Estados Unidos. Más allá de la declaración que se emita o del morbo que prevalece en torno al momento en que el presidente Obama y el presidente Castro se den la mano -y el papel de aguafiestas que pueda jugar en esta dinámica el presidente Maduro- el telón de fondo está bordado de retos y definiciones estructurales para las naciones americanas.

La Cumbre de las Américas nació del esfuerzo estadounidense por moldear, en las postrimerías de la guerra fría, la agenda de las relaciones continentales y consolidar y dar peso institucional a sus valores centrales en la región, a decir elecciones libres, mercados y comercio libre y cooperación para la seguridad. Pero la realidad geopolítica suele ser terca. Primero, si bien el hemisferio hizo suyas, en mayor o menor medida, algunas de estas premisas, fueron tres los temas que acabaron por condicionar la interacción latinoamericana y caribeña con EU y el prisma a través del cual se miraban las relaciones con Washington: Cuba, la política antinarcóticos y la migración. De los tres, es Cuba en donde se ha abierto un compás de oportunidad, promesa y esperanza con la decisión valiente del presidente Obama de revertir una política fallida. No se puede decir lo mismo de los otros dos temas, los cuales seguirán generando tensión y preocupación regional. La política antinarcóticos, con sus altísimos costos sociales y económicos para todos, así como los de seguridad -incurridos por varios países latinoamericanos- encarna hoy una contradicción a raíz de las posiciones que EU ha asumido en lo interno con respecto al paulatino pero irreversible proceso hacia la legalización de la marihuana y la postura restriccionista que mantiene en materia de su política internacional de control de drogas. Y con la actual polarización política e ideológica en ese país, tampoco pinta bien la urgencia de reformar leyes migratorias disfuncionales y miopes y sacar de la sombra a 12 millones de personas indocumentadas. Segundo, algunas naciones latinoamericanas han retado, por motivaciones distintas, el estatus quo hemisférico y el paradigma que Washington buscó construir a partir de la primera cumbre de 1994 en Miami: Brasil, buscando erigirse en un país hegemónico en Sudamérica y necesitando, para ello, marginar de ahí a México y a EU; y los países ALBA, articulados en torno a un modelo básicamente contestatario.

Indistintamente de cómo finalice la Cumbre de Panamá, ¿cuál es el camino por delante para la región? Los retos, sin menoscabo de otros que no abordo aquí, son múltiples. La gobernanza eficaz, el Estado de derecho, la corrupción endémica y la seguridad humana se han erigido como retos seminales para un gran número de países en la región. La erosión democrática, a la par de la creciente incapacidad de partidos políticos de proveer correas de transmisión reales entre ciudadanos y las políticas publicas, representan un peligro real. El cambio climático y los efectos que conlleva en términos de la megadiversidad biológica del hemisferio, los recursos acuíferos, la seguridad alimentaria y desplazamientos poblacionales debe ser encarado con políticas más armonizadas. Las grandes oportunidades en materia de recursos energéticos convencionales y renovables tienen que abordarse sin dilación. Y debe haber una reflexión de fondo sobre la preocupante práctica casi generalizada en la región de echar para atrás las manecillas del reloj y erigir de nuevo los argumentos de no intervención y soberanía nacional para evitar encarar -como acaba de suceder con UNASUR- la violación de derechos humanos y libertades fundamentales en Venezuela. Esta es la agenda de futuro que la cumbre debiera detonar. Creo que esperaremos sentados.

Embajador de México.
@Arturo_ Sarukhan

Please follow and like us:
Pin Share
RSS
Follow by Email