Detrás de la victoria electoral de Angela Merkel para su cuarto periodo como Canciller en Alemania, se escondió una noticia aterradora: la extrema derecha es ya la tercera fuerza política en ese país.
A partir de una virulenta retórica anti inmigrante y grandes desplantes de corte fascista, el Partido Alternativa por Alemania pasó de ocupar un 4 por ciento de los escaños en el Congreso federal a obtener el 12 por ciento de la representación popular.
Con el desgaste natural de tres periodos de gobierno y en su rol como principal freno al avance del populismo de derecha que, con una retórica de odio hacia los inmigrantes se expande desde la Casa Blanca hasta buena parte de Europa, el partido de Merkel, Unión Demócrata Cristiana (CDU), obtuvo su peor resultado en más medio siglo.
No es gratuito que uno de los primeros países en externar su preocupación por el avance de la extrema derecha alemana fue Israel, donde también gobierna la derecha radical, pero todavía tiene gente viva que recuerda el fenómeno social que llevó a Adolfo Hitler al poder en la tercera década del siglo pasado.
Merkel, al dirigirse a los miembros de su partido reunidos en la noche del domingo 25 de septiembre, reconoció que la CDU perdió muchos votos a manos del Partido Liberal, que entró de nuevo al Parlamento alemán con 10.5 por ciento de las papeletas, y de AfD (Alternativa por Alemania), que es populista de extrema derecha, racista y de tintes fascistas, y que se convirtió este domingo en la tercera fuerza política del país.
Emblema de quienes defienden una visión global de la economía mundial, que reconoce la necesidad de ser solidarios con los refugiados que huyen de la violencia en el Oriente Medio y pilar del proyecto de una gran Europa abierta a la competencia con el resto del mundo, Merkel es probablemente la última gran figura que mantiene el poder político en estos tiempos de violentos cambios hacia atrás que sacuden al planeta.