Que Donald Trump es uno los presidentes más impopulares en la historia de Estados Unidos, eso es hecho.
Luego de 21 meses de coleccionar fracasos y escándalos, en un escenario normal, las elecciones intermedias de noviembre deberían marcar el inicio del colapso de las frágiles circunstancias que lo llevaron al poder.
Sin embargo, en el caso de un personaje que en contra de todos los pronósticos e incluso, el sentido común, ganó la Casa Blanca a pesar de obtener menos votos que su contrincante, los escenarios normales simplemente no existen.
Demostrada su caótica vida personal y carencia de valores, confrontado con la evidencia del complot ruso que lo ayudó a la victoria en noviembre de 2016, Donald Trump ha logrado sobrevivir a golpe de una feroz estrategia de acercarse a los enemigos históricos del establishmentestadounidense, como el mismo Vladimir Putin y Kim Jong-un, el líder de Korea del norte, confrontar a sus principales aliados en el mundo.
En medio de una administración marcada por el caos, Trump ha sabido utilizar una extremadamente simple estrategia de comunicación, su lluvia de twitters matinal, para navegar el mundo de los medios e, incluso, marcar el ritmo de la narrativa principal de la opinión pública de su país y, en buena medida, del resto del mundo.
Su arribo al último trimestre anterior a la elección intermedia en la que en ese hipotético escenario normal el Partido Republicano debería de perder su mayoría en la Cámara de Representantes e incluso en el Senado, con índices de popularidad alrededor del 45 por ciento puede considerarse ya un importante logro de un profesional del insulto y la confrontación.