Nunca, o casi nunca, el amor es más importante que cuando nos toca vivir “tiempos interesantes”. En un mundo que, literalmente, se calienta cada más y más en casi todos los sentidos, el crudo invierno de este año constituye una especie de señal para cada uno de nosotros. Nos enseña, o al menos debería, a valor la importancia del día a día. La bendición de un clima benigno no es un asunto que tengamos garantizados en la mayor parte del mundo.
Los pequeños detalles de la vida cotidiana, los buenos y los malos, deberían ser un faro que nos ayude a construir mejores dinámicas que nos permitan, como individuos y cómo sociedades, a encontrarle el lado brillante a nuestra realidad.
Ya conocemos el final de la película. Como personas, la muerte por supuesto. Y como planeta, pues también. Mientras tanto nos quedan los sueños que hacen el camino más disfrutable. Sueños como el del amor y la libertad. Por ello puede bastar un sol que nos caliente el rostro en una mañana despejada un avance. Después de todo son los pequeños detalles los que nos permiten valorar y disfrutar lo que tenemos antes de que llegue el invierno final.