Pepe Herrera/ Roberto Torres / Alberto Reséndiz
Los estragos por la pandemia de COVID-19 se siguen haciendo presentes. Si bien el año pasado se empezó a recuperar la normalidad y algunas actividades diarias como el trabajo, la escuela y la vida nocturna se retomaron, las secuelas siguen siendo tangibles.
Para la mayoría de los estudiantes, la vida durante la pandemia no fue muy sencilla. Renata Torres Vargas, alumna de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, vivió momentos complicados, pues su ingreso a la vida universitaria coincidió con la etapa intermedia de la pandemia, lo cual la privó de realizar ciertas cosas muy importantes para su desarrollo académico.
Debido a esa situación, Torres Vargas comenzó a tener dudas sobre si su elección académica había sido la correcta, pero su amor por los animales fue más fuerte y decidió buscar alternativas para recuperar el tiempo perdido. Entonces decidió realizar guardias voluntarias con el fin de adquirir y reforzar conocimientos que había aprendido a lo largo de dos años.
Los alumnos de veterinaria realizan las guardias voluntarias con el fin de ir conociendo lo que vivirán en su día a día profesional. Al ser opcionales, éstas se pueden realizar los fines de semana a lo largo del semestre o en vacaciones, ajustando los horarios, dependiendo de las necesidades de los alumnos.
Durante sus guardias, Renata ha tenido que atender a diversos animales. El caso que más recuerda es el de un borrego, ya que supuso un reto, no sólo en lo profesional, sino también en lo personal.
“Atendimos a un borrego que no quería comer, ni se paraba, ni nada. Entonces sólo quedaban dos opciones con él: se recuperaba o le practicábamos la eutanasia. Y eso para mí fue muy sorpresivo, porque sí habíamos visto algo de bioética en el segundo semestre, pero yo no estaba preparada emocionalmente para vivir el proceso de ayudar a un animal a ‘morir bien’”.
Ante este escenario tan desfavorable para el animal, la decisión que se tomó fue la de la eutanasia. “Es una situación complicada, porque si bien piensas en que esto será por el bien del animal, sientes dolor en el corazón. Sin embargo, llega el momento en donde comprendes que no puedes ser tan sensible porque no puedes estar inyectando sedante a un animal y estar llorando. Menos si sabes que estás haciendo todo lo posible para salvar su vida”.
En cuanto a los factores que le hicieron dudar si había tomado una buena decisión al escoger veterinaria como su profesión, Renata Torres indicó que la principal causa fue la falta de convivencia de manera profesional con los animales.
“Nuestra generación fue ‘la de la pandemia’. Todas nuestras clases eran en línea y veíamos todos los casos por medio de imágenes, videos, etc. Entonces te entra esa situación de querer ir a practicar todo lo que ves en las clases, y eso para mí, y también para mis compañeros, fue algo frustrante porque no podíamos hacerlo”.
Para realizar las guardias voluntarias, la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia tiene vínculo con siete centros o rancherías que abren las puertas para que los alumnos puedan practicar los conocimientos que han adquirido a lo largo de la carrera. Algunos de estos centros se ubican en Topilejo (alcaldía de Tlalpan, CDMX), Chapa de Mota (Estado de México) y Veracruz (Veracruz).
Desde pequeña lo sabía
El primer contacto que tuvo la estudiante universitaria con la veterinaria fue a través de su abuelo, quien se dedicaba a trabajar en los ranchos. “Me iba con él a las cabalgatas y hasta me había invitado a ordeñar con él. Ahí sentí esa chispita; pero, conforme fue pasando el tiempo, empecé a notar cómo fallecían las vacas o los mismos animales de los ranchos, y entonces me di cuenta de que podía dar algo más por los animales y pues… qué mejor que estudiar algo relacionado con ellos”.
Sin embargo, el momento que definitivamente marcó un antes y un después para su futuro académico fue la muerte de un potrillo que había criado junto a su abuelo y su tío desde que nació. “En ese momento se me abrió un panorama de querer ver todo lo que pasa en el organismo de los animales, y vino ese sentimiento de querer estudiar y adentrarme en cómo cuidarlos, ya que me encantan”.
“Darles mucho de lo que ellos entregan”
Para Renata Torres ser veterinaria es pagarle a los animales con cuidados y amor, todo lo que ellos nos dan desde la parte productiva hasta, algo más importante, la parte emocional. “Muchas veces los animales tienen esos detalles de amor y de bondad que no debemos hacer menos. Es increíble que te demuestren amor de muchas maneras sin siquiera poder decir palabras”.
Finalmente, invitó a sus compañeros a participar en las guardias voluntarias, no sólo con el fin de reforzar sus conocimientos, “sino también para irse acercando a los animales y saber cómo tratarlos con el fin de ayudarlos”.
“He sacrificado algunos aspectos de mi vida, pero nada de que arrepentirse, porque sigo alimentando el amor por los animales por medio de las guardias”.