“Me dedico a disfrutar de la vida, a visitar museos, a viajar cuantas veces se pueda y, aunque tengo 72 años, siento que todavía hay muchas cosas por hacer, y entre ellas espero conocer un galán con quien compartir gustos o ir por un helado”, expresó Socorro Cardel Reyes, profesora jubilada.
Tras 14 años de matrimonio, Socorro se divorció y trató de seguir con su vida por ella y por sus dos hijos. Años más adelante conoció a alguien con quien gozó de un noviazgo durante 10 años; en esta relación ella afirmó que pudo disfrutar de una sexualidad libre de ataduras, prejuicios y temores.
“Con esta pareja viví de distinta forma la compañía porque me atreví a experiencias que cuando era casada no, había muchos tabúes y limitaciones con el papá de mis hijos ya que él me decía: ‘¡Cómo vamos a hacer otra cosa si tú eres una señora! Tú eres la mamá de mis hijos’, y yo le cuestionaba de por qué no experimentar algo nuevo”, dijo.
Para Socorro deleitarse con su sexualidad más allá de los 60 años es tener orgasmos sin forzarlos, sino gozarlos. Incluso, ahora que no tiene pareja, ella trata de “echarse porras” a través de ponerse vestidos, tacones y hasta negligés.
En México habitan casi 15 millones de adultos mayores, según datos de 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Pero, ¿cuántos de ellos consideran que viven una vida sexual plena?
Impacto en la salud
Cuauhtémoc Sánchez Vega, académico de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS), es uno de los especialistas que estudian el proceso de envejecimiento y aseguró que vivir la sexualidad con o sin pareja más allá de los 60 años tiene un gran impacto en la salud física, mental y emocional; por lo que se considera como un elemento esencial que conforma el bienestar integral.
Estudios de las universidades de Ox-ford, en Reino Unido; Chicago, Estados Unidos; y Trinity College, en Irlanda, coinciden en que una vida sexual plena en la vejez ayuda a combatir el insomnio, a mejorar la memoria, a lucir más joven, a reducir el riesgo de padecer hipertensión y problemas cardiovasculares, e incluso, a disminuir el riesgo de cáncer de próstata.
“Estos beneficios permiten eliminar las falsedades sobre la sexualidad de las personas mayores, como generalizar que todas dejan de tener deseo sexual o que si se tienen relaciones sexuales les hará daño a su salud. Pero, en realidad, el erotismo no tiene fecha de caducidad y se debe seguir estimulando y practicarse”, sostuvo el universitario.
Añadió que tanto mujeres como hombres de más de 60 años reportan que se autoestimulan con el fin de obtener satisfacción sexual mediante el recorrido del cuerpo y no necesariamente masturbándose. Esto lo hacen por la posibilidad de potenciar sus cinco sentidos, que dan la ocasión de seguir vivenciando placer en una gama casi infinita, lo que les permite conectarse con la vida.
“La importancia de tocar el tema de la sexualidad en esta última etapa de la vida es porque el erotismo, la vinculación afectiva, su identidad de género, el sentido de trascendencia y la espiritualidad no desaparecen, sino que se transforman, porque comienzan a tener otro significado”, indicó.
Acerca de esto, Manuel Casanova Becerra, montañista y profesor jubilado, sabe porque a sus 73 años afirmó estar en una de las mejores etapas de su vida, pues aparte de tratar de mantenerse en forma, no tiene diabetes ni enfermedades de tipo crónico; además, ha logrado encontrar un espacio de goce y comunicación con sus parejas sentimentales.
“Hablar de sexualidad no siempre es fácil, pero en mi caso considero que no he perdido la libido ni la capacidad de sentir deseo sexual. Creo que con eso, un poco de imaginación y Viagra se resuelve. A esta edad, y con las mujeres con quienes me relaciono, que son digamos más maduras, el tema del sexo es distinto porque llego
a acuerdos con ellas, nos planteamos gustos que ya no son temas sobre la pena.”
Al respecto, Sánchez Vega mencionó que el proceso de autoconocimiento del cuerpo ayuda a saber qué es lo que le agrada y qué necesita, lo que lleva a un individuo a construir una buena intimidad corporal y afectiva con él mismo; entonces, así permite que otra persona entre en su territorio sin sentirse vulnerado y estableciendo límites.
“El contacto de piel con piel genera una serie de neurotransmisores que retribuyen en satisfacción, en gozo, en plenitud, que lo único que nos van a transmitir es esa sensación de bienestar total desde lo físico hasta lo mental”, concluyó.