El congresista Luis Gutiérrez ha sido quizá la voz más constante a favor de los derechos de los inmigrantes.
Cuando se apagaban las luces tan irritantes que dan vida al mundo de la televisión, cuando ya no estaba frente a las cámaras, el congresista Luis Gutiérrez seguía sonriendo.
Era el inicio del verano del 2001 y los equipos de los Presidentes Bush y Fox se saboreaban ya la reforma migratoria integral, la famosa enchilada completa y el congresista federal por Chicago acababa de declarar que él solamente estaría satisfecho con una reforma que rescatara a todas y cada una de los 12 millones de personas indocumentadas que vivían en Estados Unidos.
Su tono era enérgico y sus constantes apariciones en los canales de la televisión en español generaba recele al interior de ambos gobiernos.
–Oiga Luis, ¿por qué pide usted tanto? –la pregunta era fuera de cámara, en tono de confidencia–, ¿no sabe que los estrategas de ambos gobiernos dicen que será imposible pasar una ley que beneficie a la totalidad de la gente?
Sin abandonar nunca su sonrisa, Gutiérrez, bajito él, bastante delgado, tomaba a su interlocutor del brazo y en tono muy suave decía:
–Eso lo entiendo. Pero alguien debe ser el radical aquí. Alguien debe ser la voz de todos los que no tienen nada. Alguien debe exigir que nos den un Mercedes Benz aunque para que al final tengamos un bochito. Y ese alguien soy yo.
Ese era y ese es el Congresista Gutiérrez. Representante por Humboldt Park, el corazón puertorriqueño de Chicago, (Distrito IV de Illinois), Gutiérrez juraba, con el acento más boricua posible, que él realmente había nacido en Durango.
A pesar de la mexicanísima palabra bochito, el congresista Luis Gutiérrez es 200% boricua (nacido en Chicago).
Porque su compromiso con los inmigrantes es auténtico, porque supo leer los cambios demográficos de su entorno (Humboldt Park, como el Harlem en Nueva York, como tantas otras ciudades en muy pocos años pasaron a ser pueblos mexicanos), o porque supo mirar siempre hacia el futuro, Luis Gutiérrez es quizá la voz más reconocida entre las organizaciones latinas que por ya casi 20 años han luchado por una reforma migratoria en este país.
Algunos de ellos todavía se acuerdan de su escepticismo ante la retórica de la enchilada de los dos presidentes rancheros, y también sus choques tras bambalinas en el 2006 y 2007 con el entonces senador por su estado natal, Barak Obama quien a diferencia de senador Dick Durbin, también de Illinois, no se comprometió cabalmente con las grandes marchas a favor de la reforma migratoria.
Sus detractores dicen que él no es realmente un legislador, sino un activista que despacha desde el Congreso. Siendo real que su historial como cocinero de esos embutidos misteriosos que son las leyes en este país, es bastante magro y que Gutiérrez es más conocido por su activismo contra la base militar en Vieques y a favor de los inmigrantes sin papeles, en cierto sentido esa crítica podría ser uno de los mayores reconocimientos a su trayectoria.
Aún en los tiempos en que los vientos políticos dominantes en el país favorecían las banderas anti inmigrantes y el aislacionismo, el Congresista Gutiérrez siempre ha sido una voz a favor del sentido común: reconocer que la inmigración beneficia a la economía nacional, que los inmigrantes aman este país tanto o más que los nacidos aquí y que la seguridad nacional se fortalece sumándolos y no repudiándolos.
Hoy que está por comenzar el segundo ciclo de la implementación de DACA (la oportunidad de legalizarse temporalmente para los jóvenes estudiantes que llegaron al país como niños sin documentos, los llamados Dreamers) y que están puliéndose los últimos detalles a la (mal) llamada Reforma Obama que deberá beneficiar a cerca de 4 millones de indocumentados más, la figura de Luis Gutiérrez es más importante que nunca.
En un entorno en el que como hongos surgirán nuevas organizaciones, expertos al vapor, gestores-coyotes y buena cantidad de vivales que ofrecerán su ayuda –a cambio de “una módica recompensa”, por supuesto–, vale la pena poner particular atención a lo que dice el congresista Gutiérrez.
En el mundo de hoy en el que buena parte del mundo podemos ser amigos Facebook, Gutiérrez tiene poco más de un tercio de millón de “likes” a sus constantes mensajes en que comenta sobre las virtudes y limitaciones de las Ordenes Ejecutivas con que Obama se atrevió a lanzar ante el constante fracaso del Congreso para construir una ley que finalmente repare un sistema migratorio roto, injusto y obsoleto.
Como hace 15 años, el congresista Gutiérrez sigue siendo un invitado constante en los medios de comunicación en español. También ha ampliado su presencia entre otras comunidades de inmigrantes, en particular las provenientes de Asia.
Poseedor de un olfato político nato (comenzó su carrera como concejal en el imperio municipal del alcalde Richar M. Daley), Gutiérrez supo oponerse públicamente cuando Migración decidió deportación de una madre, además embarazada, justo tres día antes del Día de las Madres.
“Si la tienen que expulsar, no lo puedo evitar. ¿Pero porque ahora? Yo ofrezco como congresista federal a mantenerla en custodia en mi propia casa hasta que pase el Día de las Madres”. (Esa batalla la ganó).
Ahora también está en las redes. Allí mismo promueve sus recorridos a nivel nacional para reunirse con grupos comunitarios para tratar de fortalecer la red de apoyo a la implementación de las nuevas reglas en materia migratoria.
Así, entre el estruendo de la mayoría republicana en ambas cámaras que busca revertir las decisiones del presidente, los extremistas que difícilmente pueden ocultar su agenda xenófoba y racista, y los vivales que dentro de las propias comunidades de inmigrantes buscan tomar ventaja, la voz del congresista Gutiérrez es sin duda una de las más refrescantes y confiables de estos tiempos.
Por cierto, en casi todas sus presentaciones públicas, el congresista sigue mostrándose como siempre, sonriendo.
Por Oscar Luna