Por Daniel Francisco y Andres Otero/UNAM Global
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El monstruo usa garrote eléctrico, es su tesoro, símbolo de la represión en Alabama. El monstruo lee libros de superación personal y obedece órdenes. Sabe que la decencia es seguir al pie de la letra las indicaciones del general con 5 estrellas de por medio.
“La forma del agua”, poema visual del mexicano Guillermo del Toro retrata la vinculación entre la “cosa”, el “dios” extraído del Amazonas y llevada a unas instalaciones militares y la mujer que logra comunicarse con él desde el silencio y la incomprensión.
El monstruo es un soldado más en la cadena de mando que disfruta torturar al pez-dios encadenado. El mal versus lo desconocido. Su único protocolo es el de la destrucción. “La forma del agua” está ambientada en la guerra fría, cuando norteamericanos y rusos se disputaban el control del mundo. Los secretos militares y la posesión de las mentes más importantes eran un factor clave.
El pez-dios es un enigma para los científicos. El juego de espejos, intrigas y misterio son la atmósfera de la película. Sin hackers ni internet, el suspenso se desarrollaba en tierra, con contraseñas, claves (“¡te oí hablar en ruso!”), reuniones clandestinas en restaurantes.
Será el silencio y el poder de los sentimientos (“estamos juntos”) los que lograrán descifrar los poderes del pez-dios. De la soledad a la vinculación amorosa, de la invisibilidad (“las que limpian la mierda”) al protagonismo, de la opresión (la muda y la negra) a la rebelión y la libertad.
Con “La forma del agua”, Guillermo del Toro demuestra que está en su mejor momento y está a un paso del Oscar. No es sólo una película, es un poema visual, un homenaje al amor y la comprensión.
La forma del agua
Actores: Richard Jenkins, Sally Hawkins, Octavia Spencer, Michael Shannon, Doug Jones
Director: Guillermo Del Toro