VIGILAN TORMENTAS SOLARES EN EL ÚNICO LABORATORIO ESPECIALIZADO DE MÉXICO
Fabiola Méndez / Erik Hubbard / Dolores Rojas
Si comparáramos su brillo con el de las millones de estrellas que hay en el universo, el Sol pasaría inadvertido; sin embargo, su luz es fundamental para sostener la vida en la Tierra tal y como la conocemos.
A lo largo de cuatro mil 500 millones de años (su edad, según la NASA), el astro ha sido tan estable que ha permitido que poco a poco la atmósfera se haya reconfigurado, cambiado y evolucionado a lo que es hoy. Debido a esa estabilidad ha sido posible que prosperen la flora y la fauna; si cambiara drásticamente, de un día para otro, lo haría el planeta entero, explicó Mario Rodríguez Martínez, responsable técnico del Laboratorio de Ciencias Geoespaciales (LACIGE) de la UNAM.
Muchas civilizaciones antiguas veneraban al Sol, pero a decir del también director de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) unidad Morelia, su observación y estudio han tomado impulso porque nuestra tecnología actual depende mucho de la actividad solar. “De darse un evento capaz de afectar las telecomunicaciones, caerían en cascada sistemas esenciales para nuestra vida diaria, como las transferencias bancarias o la telefonía celular”, por citar algunos ejemplos.
Para ello, desde 2015 un grupo de científicos monitorea a diario al astro. “Esta labor se realiza en el único observatorio solar de México —con sede en el LACIGE de la ENES Morelia—, desde donde fotografiamos la atmósfera de la estrella en su totalidad”, explicó el doctor en Ciencias.
A fin de obtener estas imágenes, las instalaciones cuentan con dos telescopios: un Solar Max II de 90mm, provisto de filtros H-Alpha, el cual se enfoca en la cromosfera (parte de la atmósfera del Sol que se eleva desde la fotosfera hasta los dos mil km de altura), y uno MEADE de 14 pulgadas, con filtros diseñados para escudriñar la fotosfera.
Ambos son usados para estudiar las regiones activas, conocer su dinámica a lo largo del ciclo solar o para detectar radiación o partículas capaces de afectar el entorno terrestre. Las fotografías se obtienen con una cámara monocromática Celestron SkyRis 445M o, recientemente, con una ZWO ASI 183 mm.
Las imágenes e información obtenidas son enviadas al Centro Nacional de Prevención de Desastres, a la Agencia Espacial Mexicana y al Laboratorio Nacional de Clima Espacial de la UNAM a fin de prevenir emergencias provenientes del espacio exterior. “Se trata de fotografías que nos permiten observar y situar en una imagen los eventos ocurridos en nuestra estrella”, acotó el investigador.
Se sabe que de los eventos que ocurren en el Sol, como ráfagas solares y eyecciones de masa coronal, arriban partículas que interaccionan con la magnetósfera terrestre, así como rayos X con el potencial de dañar satélites, telecomunicaciones y sistemas de geolocalización, por lo que un monitoreo constante, como el realizado en la ENES Morelia, brinda herramientas para responder de forma oportuna.
De hecho, hay registro de afectaciones graves por estas causas, como las provocadas por el evento Carrington (llamado así en honor al astrónomo inglés que lo detectó en 1859). La potencia de esta tormenta fue tal (se le considera la más fuerte jamás registrada) que generó auroras boreales visibles en regiones cercanas a la línea del ecuador.
En 1921, en Estados Unidos, se registraron daños en la red de telégrafos al oeste de Mississippi y la Estación Central de Ferrocarril de Nueva Inglaterra fue destruida por el fuego de los cortocircuitos. En 1989 un apagón dejó a seis millones de personas sin luz eléctrica por nueve horas en Quebec, Canadá, y hubo interferencia en las señales de radio.
Asimismo, en 2003, ráfagas solares y eyecciones de masa coronal provocaron interrupciones en las telecomunicaciones. Se observaron auroras boreales en el sur de Texas y en países mediterráneos, además de apagones en Suecia. También se emitieron alertas a las compañías de aviación para evitar que las aeronaves volaran a altas latitudes (este episodio es conocido como Tormenta de Halloween).
Si bien, los cambios en su comportamiento son un desafío para la ciencia, se sabe que el Sol aumenta y disminuye su actividad cada 11 años, en promedio, y tiene entre dos y tres eventos de gran magnitud por ciclo.
“Vamos hacia la actividad máxima de la estrella. Por lo mismo, es crucial hacer reportes para conocer el estado del clima espacial”, acotó.
Formando vigilantes
Todo el trabajo realizado en el observatorio solar es con la colaboración de alumnos de la licenciatura en Geociencias, impartida en la ENES unidad Morelia.
“Buscamos ser un referente y enseñar a los estudiantes a maniobrar un telescopio, a fotografiar tanto la superficie como la atmósfera del Sol y, el objetivo final, es tener varios observatorios en todo el territorio mexicano para observar todos los días a nuestro astro. En la medida en que lo estudiemos entenderemos mejor muchos fenómenos que tienen lugar en otros sitios del universo”, finalizó Rodríguez.
No sabemos cuándo ocurrirá otro evento de gran magnitud, pero al igual que con los huracanes o los sismos, mientras mejor conozcamos el clima espacial mejor preparados estaremos para la próxima tormenta solar.