A principios del nuevo siglo, el Presidente de Dinamarca le pedía a George W. Bush, su contraparte estadounidense, que promoviera una iniciativa de ley para que los ciudadanos de su país se les pudiera permitir participar en las elecciones Presidenciales de Estados Unidos. Afectuoso y en tono de broma, el mandatario europea argumentaba que dada la decisión sobre quién sería el inquilino de la Casa Blanca afectaba la política mundial, los ciudadanos de todo el globo deberían poder participar en dichas elecciones.
Salvo algunos elogios aislados provenientes del círculo de influencia de Vladimir Putin en Rusia, en la gran mayoría del planeta, las reacciones ante la posibilidad real de que Donald J. Trump pueda vencer a Hillary Clinton en los comicios del martes 8 de noviembre han sido cada vez más negativas hacia el candidato Republicano.
Además de una audiencia de cerca de 100 millones de televidentes que vieron el primer debate entre los dos candidatos el pasado lunes 26 de septiembre, alrededor del orbe, diversas audiencias siguieron a detalle el show democrático que marca el inicio de una contienda que, según las encuestas, se encuentra virtualmente empatada.
Caso singular fue México, el único país que le ha abierto sus puertas al candidato Republicano, donde el repudio social hacia el empresario ha sido más claro. En la gran mayoría de las encuestas el rechazo al empresario sigue siendo mayúsculo.