La revolución digital continúa transformando economías, sociedades y personas. Con un valor anual superior a los 11.5 millones de millones dólares, la economía digital es cuatro veces más importante que China como motor del crecimiento del Producto Interno Bruto del planeta.
De acuerdo con la Unión Internacional de Telecomunicaciones, para finales de este año habrá en el mundo 4 mil 400 millones de subscripciones de internet de banda ancha móvil. Según este organismo de la ONU hay unos 8,000 millones de celulares en operación. Esto es, hay más dispositivos móviles que seres humanos.
“The future of mobile is video; the future of video is mobile”. Estas palabras son de Randall Lynn Stephenson, presidente de AT&T. Las dijo el 22 de octubre de 2016, durante el anuncio de que el ex monopolio telefónico conocido como Ma´Bell pagaría 85 mil millones de dólares para comprar Time Warner. Menos de dos años después el trato se ha concretado y la cita textual parece una obviedad. Sus consecuencias no lo son tanto.
Mucho más allá que Facebook y YouTube, que WhatsApp y Google, la gran ola de cambio en la industria de la información y las comunicaciones sigue siendo la irrupción tecnológica de más rápido impacto en la historia. Tanto la Inteligencia Artificial, la robotización de la industria y el propio internet de las cosas son consecuencia de esta ola de cambio.
Presentado hace unos días en Ginebra, Suiza, por el comité de la UIT que co-preside el empresario mexicano Carlos Slim, el más reciente informe del organismo señala:
“La infraestructura de banda ancha es una infraestructura nacional básica, tan esencial como las redes de agua y electricidad. El análisis de los datos y las recomendaciones políticas recogidos en el informe sobre El estado de la banda ancha de 2018 llegan en un momento crucial en que el acceso a Internet es más importante que nunca”.
Claramente son dos los antecedentes directos de esta revolución digital: la masificación de las computadoras de hace apenas un par de generaciones y la expansión de la fibra óptica que generó el boom del internet de los últimos años del siglo pasado. El hijo de estas dos plataformas es, por supuesto, el Smartphone.
Con énfasis en la importancia de llevar estos dispositivos a quienes aún no los tienen, la UIT considera que la conexión de los próximos 1,500 millones de personas costará unos 450 mil millones de dólares.
El tsunami digital
Para negocios que alguna vez podían pensarse de manera independiente, como el de los periódicos, el cine, la música y la radio, los efectos de la revolución digital hoy son, más que evidentes, devastadores. Lo mismo para industrias hasta hace poco diferentes, como la telefonía, el propio internet y la televisión.
En su informe, el organismo internacional “destaca el papel fundamental que desempeña la conectividad a la banda ancha para la población mundial, desde el acceso a los servicios de atención de la salud en línea hasta la percepción de los pagos de la seguridad social a través de los teléfonos móviles o la recepción de alertas de catástrofe que pueden salvar vidas”.
Tanto para el sector financiero, educativo y de salud el impacto de esta “Cuarta Revolución Industrial”, como le llaman algunos gurús del mundo del dinero, los efectos de un esquema en que las comunicaciones son instantáneas, interactivas y globales, comienzan a ser una realidad de todos los días.
El estudio del organismo de la ONU cita al gigante de la telefonía Huawei que considera que “la economía digital tuvo un valor global del orden de los 11.5 millones de millones de dólares en 2016 y habría contribuido hasta un 25 por ciento del GDP mundial, por sus efectos en prácticamente todas las industrias”. Esto es, casi cuatro veces más relevancia que la propia China como motor de la economía mundial.
Lo personal es global
En lo personal, el impacto de este nuevo mundo lo conoce (casi) cualquiera que tenga un dispositivo móvil en sus manos. Además del impacto en el trabajo de cada uno y sus relaciones sociales, el mundo digital está los videos que vemos, la música que escuchamos, lo que leemos, lo que jugamos.
En el mundo digital las distancias desaparecen, el tiempo se compacta y la comunicación es posible a costos mínimos, para miles de millones de personas. Un tema crucial, por ejemplo, para los casi 300 millones de migrantes que hoy enfrentan un entorno hostil en gran parte de los países que conforman eso que alguna vez conocimos como “el primer mundo”.
Hoy que un inmigrante mexicano de Chicago o Nueva York puede visitar en vivo (virtualmente) a la Virgen de Guadalupe en La Villa, o compartir un partido de futbol con sus parientes en México, o sufrir juntos la más reciente masacre o desastre natural en cualquier lugar que esté ocurriendo, la visión sobre la realidad en la era digital es muy diferente a la que vivimos en la era analógica.
Y hoy más que nunca, lo personal es también lo masivo: Desde la fiebre del WhatsApp –la plataforma de más rápido crecimiento en el mundo durante el año reportado más reciente–, hasta para los usuarios de Facebook, un universo para el cual la escala nacional le queda pequeña. Si China tiene 1,370 millones de habitantes y Facebook, 2,300 millones de usuarios, un mejor referente podrían ser los 2,300 millones de cristianos que habitan en nuestro mundo.
Probablemente uno de los efectos más concretos del mundo digital en el mundo offline es la capacidad del primero de acercarnos a (casi) cualquier lugar, (casi) cualquier situación y con (casi) cualquier persona. Desde esa perspectiva, el mundo es cada día más pequeño. Por supuesto, para bien y para mal.
El reporte completo:
http://reports.broadbandcommission.org/state-of-broadband-2018/home/