trumpLas guerras casi nunca llegan sin invitación. Hace poco más de 3 décadas –el 4 y 5 de junio de 1989 para ser precisos–, el mundo entero pudo ver por televisión el ataúd del Ayatola Ruhollan Khomeini recorriendo las principales calles de Teherán sobre un verdadero rio humano cuyas imágenes expresaban un duelo masivo que fuera del universo del islam, versión Shia, era imposible de comprender.
En aquella ocasión fue un paro al corazón lo que provocó la muerte del líder iraní, detonando un periodo de inestabilidad social y crisis política en todo el medio oriente que abrió las puertas, poco después, a la primera invasión militar estadounidense en contra de Irak. Esta vez fueron el clic de un dron asesino y el tuit de un presidente desesperado los detonantes de nuevas escenas de ira y dolor de multitudes que, ponen al mundo una vez más al borde del abismo bélico.
La muerte del general Qassem Soleimani ordenada por Donald Trump en las primeras 72 horas del 2020 es una clara señal del triunfo de las posiciones extremas en el tablero de la economía y política internacional. En lo inmediato Europa, China y Japón serán los principales perjudicados por el aumento al precio del petróleo. Los petroleros estadounidenses y saudís son los ganadores inmediatos, sin embargo, parece inevitable el fortalecimiento de la capacidad de generar terror y muerte de los grupos más radicales del fundamentalismo islámico.
Así, la clara maniobra del presidente de Estados Unidos para intentar desviar la presión pública del juicio político que se le sigue dentro de su propio país seguramente provocará el endurecimiento de grupos políticos y gobiernos de extrema derecha en diversos lugares del mundo.
Con ganancias récord en un mercado financiero global cada día más inestable, un aparente repliegue retórico de la primera potencia económica del planeta –China, por supuesto–, Vladimir Putin, ex agente de la KGB y titiritero mayor desde el Moscú podría ser el principal beneficiado de este nuevo reacomodo de fuerzas en el tablero de la disputa por el poder.
Después de todo, como ocurrió hace poco más de 100 años, es en los escenarios de guerra y polarización social extrema donde los liderazgos autoritarios tienen más que ganar.