César Romero
Piénsalo por un momento: ¿Qué sería de tu vida social sin Facebook? ¿Qué tan importante es para ti una herramienta como WhatsApp?
Los más de 1.19 miles de millones de “usuarios activos”, personas que todos los días pasan varias horas dentro de la principal plataforma de redes sociales, no pudieron conectarse por más de cinco horas en la mañana del lunes 4 de octubre. Esa jornada, las pérdidas en valor de mercado de la compañía equivalen a unos 53 mil millones de dólares, una de las mayores caídas en la breve historia del gigante tecnológico.
Para quienes venimos del mundo analógico e incluso mecánico, resulta más o menos imposible comprender cabalmente la importancia que la revolución digital representa. Aunque en eso que llaman “los mercados”, la valoración accionaria de Alphabet (Google), Amazon, Apple, Microsoft y Facebook –cada una de ellas rondando el millón de millón de dólares, “trillion” en inglés–, les da mayor importancia que a varias de las grandes industrias del siglo pasado, como la energética, financiera o industrial.
Por supuesto que Facebook no está muerta. No lo está, aunque el Congreso, la Administración Biden, la Unión Europea denuncien su condición monopólica, aunque algunos de sus más altos ejecutivos denuncien su voracidad, falta de escrúpulos y repetidos engaños a sus inversionistas. No lo está, aunque en la carrera por el futuro los gigantes tecnológicos chinos le comienzan a ganar en innovación y expansión global. Vamos, ni siquiera porque en menos de una década perdió esa especie de karma que le permitió proyectarse como despegue de una era de comunicación horizontal, en la que sus actuales casi 3 mil millones de usuarios formarían una especie de comunidad universal, promoviendo, juntos y en armonía, las mejores causas de la humanidad.
De hecho, basta un dato para contener la aplicación de los santos oleos al gigante tecnológico más visible de nuestro tiempo. En los últimos tres años ha casi triplicado su valor de mercado, al pasar de 375 mil millones de dólares en 2018 a los poco más de 967 mil millones de hace unas pocas semanas.
Facebook sigue siendo un fenómeno. Principal plaza pública del planeta es una formidable arma de manipulación social, ideal para exacerbar contradicciones y confrontación. Aún presentándose como “la voz de la gente” es capaz de diseccionar y segmentar a sus audiencias para venderlas –rentarlas sería más preciso–, para la construcción de narrativas políticas de cualquier signo.
Justo por ello, la perdida de 53 mil millones en tres horas resulta una especie de alerta que, en cierto sentido, también vale para los otros juguetes de moda, se llamen Tik-Tok, Tencent, WeChat, Twitter, Alíbaba, Instagram o incluso Google o iPhone.
Para quienes tenemos memoria de lo que fueron hace bastante poco empresas como America Online, MySpace o Explorer, es obligado mantener el escepticismo sobre la solidez de estos nuevos emporios.
Hoy parece sensato suponer que Face y sus minios (WhatsAp e, Instagram), volverán a estar online luego del mayor apagón de su historia, que tendrán que moderar algunos de sus peores excesos y que, en los grandes juicios que tienen en puerta tendrán la mejor defensa legal que el dinero puede proporcionar y, sobre todo, que en la macha de la revolución digital difícilmente regresaremos al lápiz y papel, el correo o siquiera el teléfono. Sea Zuckerberg o algún otro genio, la tecnología estará aún más presente en nuestras vidas cotidianas. Ojalá y la pausa forzada del lunes 4 nos sirva para atemperar su impacto.