Sin duda Donald Trump tiene algunas virtudes: Ha sabido amasar una fortuna construyéndose a sí mismo como una marca importante en el mundo del espectáculo y los bienes raíces. En la política ha sabido leer la gran frustración y hartazgo de un segmento importante de la sociedad. Y sabe usar a los medios.
Campeón de los insultos y propuestas simples, hasta ahora ha sabido atraer los reflectores en que se apuntala su liderazgo en las encuestas. ¿Acusar a Obama de no ser estadounidense? Check ¿Insultar a mujeres y minorías? Check. ¿Atacar a los militares y veteranos de guerra? Check.
Pero sin duda, su blanco favorito y lo que más aplausos le genera entre esas “mayoría silenciosa” (mejor llamada como “los crayzies”) son sus ataques contra los inmigrantes indocumentados. Sobre todo los mexicanos.
Sin la más elemental coherencia, su promesa de que deportará a 11 millones de personas y construirá una “gran gran muralla” fronteriza han sido sus planteamientos más aplaudidos. Si con esas armas podrá ganar la candidatura presidencial del Partido Republicano es algo que sabremos en unos pocos meses.