Home » Cuando el gobierno alimentaba a los niños pobres con leche radioactiva

Cuando el gobierno alimentaba a los niños pobres con leche radioactiva

César Romero

Serenos morenos. Y los que no lo son, por favor también. En estos tiempos de crispación y calentamiento de motores rumbo al Gran Premio del 24, a muchos nos haría bastante bien un tecito de tila y, por qué no, un poco de perspectiva:  Vayamos, por ejemplo, a los tiempos en que el gobierno mexicano alimentó con leche radioactiva a los niños más pobres del país.

Así es. Ocurrió y no hace tanto tiempo. Si usted, quien me hace el favor de leer–, tiene poco más de 30 años, quizá la consumió alguna vez.  Para quienes ya rondamos el sexto piso, nos queda el recuerdo echeverrista de “si la leche es poca, al niño le toca”.

Este acto de sevicia –es decir: crueldad, ensañamiento o peor— comienza con el estallido, el 26 de abril de 1986, de la planta nuclear de Chernóbil, al norte de Ucrania, entonces formaba parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).  Pocos días después, la nube radioactiva generada por el estallido de la planta nuclear que cubrió buena parte de Europa había llegado a Irlanda y, por ende, los campos de ese país, potencia mundial productora de lácteos, se envenenaron.

Ante la señal de emergencia decretada por la Organización Mundial de la Salud por la contaminación de alimentos europeos, para evitar tener que incinerarla o arrojarla al océano Atlántico, el gobierno irlandés intentó venderle su producción a Brasil, nación que de inmediato rechazó la oferta.

México dijo que sí.

A través de la CONASUPO, un organismo de gobierno bajo la influencia del ingeniero Raúl Salinas, hermano mayor de Carlos, quién ya acariciaba la candidatura presidencial del PRI, durante 1986 y 1987 México compró la leche radioactiva. Fue un total de 57 mil toneladas métricas de leche en polvo para su consumo por la población más pobre del país.

 Para quienes hoy quieren pensar que la 4T representa la materialización en este mundo del reino de los cielos, o del averno, que para este caso da igual, vale la pena recordad qué paso entonces: básicamente nada.

El escándalo fue mínimo. Los medios apenas y consignaron el hecho.  La fuerza política del régimen era tal que, los únicos que terminaron en la cárcel, fueron un par de funcionarios que habían denunciado el crimen.

Aunque Salinas y los suyos quedaron marcados para siempre por el incidente, vivieron con completa impunidas durante décadas; incluso ahora. Mucha agua ha corrido desde entonces.

Manchado por otros escándalos – cientos de millones en cuentas secretas, supuestos vínculos con el narco y corrupción desparramada por todos lados–, el clan Salinas cruzó el pantano y ahí sigue.

Menos grave que el tema de la leche radiactiva, pero seguramente más lucrativo, fue el tema del maíz y las tortillas: las maniobras del célebre “hermano incómodo” para desmantelar sistema gubernamental de almacenamiento y distribución del grano en beneficio de Maseca, negocio del concuño del profesor Carlos Hank González, entonces (88-90) Secretario de Agricultura y Recursos Hidráulicos.

Treinta y tantos años después, buena parte de nuestra élite es la misma que la de entonces. Las 300 familias de ese neo-porfirismo tecnocrático siguen en la cima.  Con la camiseta de cuatro partidos diferentes, seis presidentes han gobernado en país y los que mandan siguen siendo, en esencia, “los mismos”.

Aunque lo niegan, ahí están, en su nómina, algunos personajes emblemáticos de aquellas historias.Hoy el gobierno no censura a los medios, los insulta. Hoy la corrupción se barre de arriba hacia abajo. Seguro. Hoy el gobierno ha prohibido la importación del maíz genéticamente alterado…

Por supuesto que ha habido cambios. Las matracas y gritos callejeros han sido reemplazados por la multiplicación de los “likes” y los ejércitos de bots.

De aquella historia infame, poco queda. El registro de que esa leche, en la que se encontraron Cesio 137 y Estroncio 90 en cantidades que superaba 10 veces los límites de radioactividad considerados como aceptables y que podría haber causado un significativo aumento en la cantidad de casos de niños con cáncer, como de hecho ocurrió durante la década siguiente.

Pienso, deseo, que tragedias como estas no podrían ocurrir en el México de hoy. Me quedo con la rabia ante el crimen, aunque intento entender la lógica del encubrimiento que, desde el poder, ve a la impunidad como sinónimo de estabilidad. Y sin embargo, considero positivo que nos sigamos teniendo el recurso de la memoria.  Al menos eso.

Please follow and like us:
Pin Share
RSS
Follow by Email