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Fray Junípero Serra, padre fundador y santo

Por Jorge M. González

El Papa Francisco llegará a Washington D.C. este 23 de Septiembre para visitar al Presidente Obama en la Casa Blanca. Más importante aún, celebrará misa en la Basílica del Santuario de la Inmaculada Concepción donde canonizará al Padre Franciscano Fray Junípero Serra (1713-1784). Al día siguiente, luego de hablar ante ambas cámaras del Congreso Estadounidense, el Sumo Pontífice visitará el National Statuary Hall, donde seguramente admirará y bendecirá la estatua de bronce de Serra elaborada por el escultor estadounidense nacido en Venecia Ettore Cadorin (1876-1952) y donada por California en 1931.

Miguel José Serra nació en Petra, Mallorca, en el Reino de España. Sus padres lo inscribieron en la escuela del convento franciscano de San Bernardino de Petra. Luego el joven Serra ampliaría estudios en el Convento de San Francisco de Palma de Mallorca. A los 16 años decide entrar en la orden de frailes tomando el nombre de San Junípero, discípulo de San Francisco de Asís. Siendo un estudiante destacado enseña filosofía antes de ordenarse en 1738. Tiempo después recibe su doctorado en Teología ocupando la catedra de filosofía hasta unirse al Colegio de Misioneros de San Fernando en México en 1749, año en el que llega a dicho país.

Entra al continente americano por Vera Cruz y de allí va hasta la ciudad de México. Pide traslado a las Misiones Indias de Sierra Gorda al Norte de Querétaro. Sirve como superior de la misión y aprende el lenguaje de los Pame para luego traducir el catecismo a dicha lengua. Reconocido devoto y ferviente predicador es llamado de nuevo a ciudad de México y en 1767 se le asigna el liderazgo de 15 franciscanos para fundar nuevas Misiones en la Alta California.

Las Misiones, para el Reino de España, tenían un propósito doble: aunque eran parte de la iglesia también tenían funciones de estado. Para la Iglesia, los misioneros difundían la palabra de Dios, para el Reino, las misiones ayudaban a asimilar a los nativos de nuevas tierras convirtiéndolos en ciudadanos del imperio. Los misioneros eran frecuentemente acompañados por fuerzas militares y esta dualidad de funciones de las misiones creaba un conflicto. Durante esta época los españoles pensaban que los pueblos nativos del nuevo mundo eran bárbaros pero al mismo tiempo infantes y eran vistos de manera paternalista. Esta actitud resultaba, algunas veces, en castigos que hoy sería difícil justificar.

Serra era un individuo complejo. Por un lado le daba gracias a Dios por permitirle hacer lo que siempre había ansiado: predicar entre aquellos que no estaban bautizados. Al mismo tiempo, era estricto en sus convicciones y lo que aplicaba en su persona, esperaba de sus discípulos. Igualmente, era un visionario agrícola, trajo semillas y animales de cría a las misiones. El disfrutaba su contacto con los nativos, explicándoles el evangelio y al mismo tiempo enseñándoles a cultivar la tierra y criar animales a la manera de los europeos. La industria del vino de la provincia de Las Californias, hoy California, comenzó con la variedad de uvas “Misión” traída por Serra y sus misioneros.

Mucho se especula acerca de Serra y las Misiones. Unos dicen que eran apreciados por los nativos, otros que los nativos no los querían. Dos ejemplos ilustran ambas posiciones. En 1775, un grupo de nativos Kumeyaay se rebelaron contra la misión de San Diego destruyéndola. Sin embargo, al año siguiente, mientras Serra, conocido por los nativos como el “Padre Viejo,” viajaba por el área de Santa Bárbara en el medio de una tormenta, un grupo de Chumash se le acercaron, lo ayudaron y lo llevaron a cuestas para que pudiera continuar su viaje. En su afán de proteger a los indígenas, Serra llegó a escribirle al Virrey de la Nueva España, que si por alguna casualidad era asesinado por los nativos, estos no fueran ejecutados sino perdonados.

Los misioneros siempre estuvieron a favor de los nativos y frecuentemente decían que “la tierra les pertenece a los indígenas.” Existen numerosos testimonios que Serra no solamente trajo el Evangelio a los indígenas americanos, sino que se convirtió, también, en un gran defensor de su dignidad humana. Serra se convirtió en el gran protector de los nativos y frecuentemente entraba en conflicto con los jefes militares. A la edad de sesenta años viajó desde Carmel hasta México para interceder a favor de los nativos ante el Virrey a quien presentó su muy conocida Representación y “Declaración de los derechos” para el mejoramiento de la actividad misionera en California y procurar el bienestar físico y espiritual de aquellos oriundos de esas tierras.

Serra ayudaría a fundar nueve misiones entre 1769 y 1782: San Diego de Alcalá, San Carlos Borromeo del Carmelo (donde está enterrado), San Antonio de Padua, San Gabriel Arcángel, San Luis Obispo de Tolosa, San Francisco de Asís, San Juan Capistrano, Santa Clara de Asís y San Buenaventura. Otras nueve misiones serían fundadas por su discípulo y sucesor Padre Fermín Francisco Lasuén. Otros frailes fundarían las últimas tres misiones, para completar 21 establecidas a lo largo del Camino Real y convertirse en la “columna vertebral” del hoy estado de California. Desde entonces, California se desarrollaría, de una manera u otra, alrededor de estas Misiones, la mayoría de ellas reúnen hoy una importante y activa feligresía.

Sin duda, el mundo católico está alegre por la canonización de Fray Junípero Serra. Algunas personas, sin embargo, ven al pasado con ojos de presente y no encuentran justificación a tal hecho. Esa visión simplista les impide comprender que convertir a Serra en santo no es justificar lo malo que pudo haber sucedido con las Misiones, sino entender la buena voluntad de Serra quien sacrificó su carrera teológica entre conventos de Europa, renunció a todo para viajar a un mundo desconocido, consagrando su vida para servir a gente que nunca había visto, pero a quienes amó profundamente. Estos gestos muestran la enorme calidad y los buenos principios que la iglesia siempre ha considerado indicadores de santidad.

Celebremos hoy a Fray Junípero Serra, padre fundador de California y Santo … ¿por qué no?

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