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Hernán Cortes, como un santo

 

La mexicanidad nació de una herida y eso puede explicar la manera de ver la historia, pero aceptar otra lectura de la historia significa aceptar el mestizaje

Hernán Cortés no sólo sabe usar la espada, con la pluma se convierte en un autor de gran éxito, “asegura su fama en toda Europa”. Christian Duverger retrata en su libro Vida de Hernán Cortés, La Pluma a un personaje que puede escaparse varios días de la batalla para escribir. En octubre de 1520 se aísla por tres semanas en Tepeaca y escribe la segunda Carta de Relación. Su obra logra 12 ediciones en tan sólo cinco años. El libro cuesta lo equivalente a un caballo y se traduce a otros idiomas.

Con la fama llega la envidia. Su libro se prohíbe y poseerlo implica una multa: el precio de dos caballos. Después de años de investigación y sumergirse en archivos, como los de El Vaticano, el doctor por La Sorbona afirma que Cortés quiere escribir la gran obra sobre la Conquista de la Nueva España y como es un autor prohibido tiene que utilizar el seudónimo de Bernal Díaz del Castillo. En su libro cita un pasaje que comprueba que era un hecho conocido: “El Inca Garcilaso escribe en sus comentarios reales lo siguiente: Yo soy testigo de haber oído vez y veces a mi padre y a sus contemporáneos, cotejando las dos Repúblicas, México y Perú, hablando en este particular de los sacrificios de hombres y del comer carne humana, que loaban tanto a los Incas del Perú porque no los tuvieron ni consintieron cuánto abominaban a los de México porque lo uno y lo otro se hizo dentro y fuera de aquella ciudad tan diabólicamente como lo cuenta la historia de su conquista, la cual es fama cierta, aunque secreta, que la escribió el mismo que la conquistó”.

Duverger afirma en entrevista con UNAM Global que “nos equivocamos con la figura de Hernán Cortés, no entendimos lo que ocurrió hace 500 años. La mexicanidad nació de una herida y eso puede explicar la manera de ver la historia, pero aceptar otra lectura de la historia significa aceptar el mestizaje”. Agrega que “Cortés no entró como un conquistador, pero como una persona extranjera solicitó su admisión en el marco mesoamericano. La idea de Cortés es conservar todo el Estado porque funcionaba, él lo que quiere es ser Tlatoani de Mesoamérica”. Sin librar ninguna batalla en el Valle de México, Cortés llega a ser Tlatoani.

Hablar de Hernán Cortés “es abrir una herida mal cicatrizada”. Duverger lo sabe y quienes asistieron a su conferencia magistral impartida en Monterrey, en el marco de su Feria del Libro, lo vieron. Casi al final de su disertación sobre el Cortés humano, artífice del mestizaje, escritor, una mujer está a punto de hacerle una pregunta, pero es interrumpida por alguien que está en las primeras filas y que le reclama al antropólogo francés. Le exige que hable del genocidio español, de la población masacrada por los españoles. Duverger le contesta sin perder la calma, aunque no logrará convencer a su interlocutor.

El otro lado del “Encuentro de dos mundos”

Como contraparte a la visión revisionista del pasado, quedan las crónicas y relatos –algunos del propio Cortes–, de lo ocurrido en la noche del 18 a 19 de octubre de 1519 en la plaza principal de Cholula, entonces una de las principales ciudades del México antiguo. 

“En cosa de tres horas” matamos a  unas 3 mil personas”, recone el propio “Conquistador”. El hecho es conocido por los historiadores como “La matanza de Cholula”, un momento particularmente notable de un proceso que –por violencia y enfermedades importadas desde Europa–, redujo en unas pocas décadas la población local de esta región del mundo de unos 15 millones de seres humanos, a poco menos de 1 millón.

 

 

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