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Lucy, el fósil que cambió paradigmas

El fósil de Australopithecus afarensis descubierto a finales de noviembre de 1974 pertenecía a una mujer que vivió hace 3.2 millones de años; tenía unos 20 años al momento de su fallecimiento.

Los antropólogos Donald Johanson y Tom Gray viajaron al valle de Awash, Etiopía, a principios de la década de los 70 con la intención de desenterrar fósiles. Los científicos seguían los pasos de Maurice Taieb, paleoantropólogo francés que trabajó en el valle a finales de los 60 y principios de la siguiente década donde descubrió diversas formaciones geológicas que prometían ser terreno fértil para la investigación antropológica.

Johanson y Gray enfocaron sus esfuerzos en una formación llamada Hadar, donde el equipo comenzó a desenterrar fósiles y objetos relacionados con la historia de la humanidad en el otoño de 1974. Fue en esa zona donde descubrieron los restos de una joven mujer, 52 huesos que indicaron se trataba de una hembra de casi 1.10 metros de altura, unos 27 kg de peso, casi 20 años de edad y, posiblemente, embarazada al momento de su muerte.

Se trataba del fósil de una Australopithecus afarensis, pronto se convirtió en el esqueleto más famoso del mundo. Fue nombrada Lucy por Johanson porque, como relató el equipo al anunciar el descubrimiento, se encontraban escuchando Lucy In The Sky With Diamonds, de The Beatles, mientras trabajaban ese 24 de noviembre que pasó a la historia.

Lucy fue encontrada “en rocas con una edad de 3.18 millones de años y que fue considerado, principalmente por la morfología de la cintura pélvica y la posición del fo­ra­men occipital, como uno de los pri­me­ros fósiles que demuestran que en nues­tro linaje el desarrollo del bi­pe­da­­lis­mo fue un evento previo al de­sa­rro­llo de los grandes cerebros”, detallaron los investigadores Francisco Sour Tovar y Sara Alicia Quiroz Barroso en el artículo Registro fósil y evolución de homínidos en la Revista de Cultura Científica de la Facultad de Ciencias de la UNAM.

“Los ejemplares de A. afarensis sólo se han encontrado en el este de Áfri­ca, en sedimentos con edades de 4 a 2.5 millones de años. A partir de ellos se infiere que la altura de los individuos adultos variaba entre 1 y 1.5 me­tros, el volumen cerebral entre 400 y 500 cen­tímetros cúbicos, la frente era baja y plana, la cara pronunciada, los ar­cos su­praciliares prominentes, los in­cisivos y caninos relativamente grandes, con un espacio claro entre incisi­vos y caninos superiores y los molares de tamaño moderado”, subrayaron los investigadores sobre la especie de homínido a la que pertenece Lucy y añadieron:

“A pesar de su apariencia, todavía similar a la de un chimpancé, sobre todo en la forma de la mandíbula, el delgado grosor del es­malte dental y un cerebro apenas lige­ramente mayor, la proporción en el tamaño de las extremidades ya es más parecida a la humana”.

Inicialmente el descubrimiento de Johanson y su equipo fue pasado por alto, su investigación fue publicada hasta 1978, cuando apareció en la revista científica Kirtlandia. Posteriormente fueron descubiertos más esqueletos en la zona, ninguno tan completo como el de Lucy, dato que incrementó su importancia para la historia de la antropología y paleontología.

Aunque la causa de muerte del Australopithecus afarensis no se especificó originalmente, científicos de la Universidad de Texas publicaron en el 2016 un estudio en la revista Nature donde afirmaban que posiblemente murió debido a heridas causadas por una caída desde un árbol. Punto de contención para los antropólogos que han intentado definir si la especie de Lucy vivía parcialmente en árboles o, en cambio, si como homínidos posteriores desarrollaba su vida completamente fuera de estos.

“Es irónico que el fósil en el centro de un debate sobre el papel del arborismo en la evolución humana probablemente murió a causa de las lesiones sufridas por la caída de un árbol”, comentó John Kappelman, investigador principal del estudio en la publicación de éste, “esta fractura por compresión se produce cuando la mano golpea el suelo durante una caída, impactando los elementos del hombro entre sí para crear una firma única en el húmero”.

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