México, tan acostumbrado a depender de Estados Unidos —al grado de hacerlo su primer socio comercial—, podría verse afectado tras el arribo de Donald Trump a la Casa Blanca, en especial si el nuevo mandatario es consecuente con su promesa de endurecer las fronteras ante los bienes producidos en nuestro país.
“En este contexto, una manera de aminorar los efectos adversos de sus políticas es fomentar el mercado interno, lo cual sería posible si revitalizáramos una figura prevista en el derecho laboral, pese a la mala fama que se le ha hecho: los contratos colectivos”, indicó Farid Barquet Climent, académico de la Facultad de Derecho de la UNAM.
Al respecto, el académico se dijo consciente de que esta herramienta suele ser vista con recelo ya que ha fallado en la encomienda de mejorar salarios y prestaciones, pues en las renegociaciones periódicas a que son sometidos, en el mejor de los casos asegura que las remuneraciones queden al nivel de la inflación (lo que no eleva el poder adquisitivo), y en el peor son revisados a la baja, lo que se traduce en una merma en el bolsillo de los trabajadores.
Debido a que México destina el 80 por ciento de sus exportaciones a EU —ello equivale a una tercera parte de su PIB—, las amenazas de Trump de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y su salida efectiva del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), ponen a nuestro país en un predicamento que podría ser menos grave si, como dice el profesor Barquet Climent, volteamos hacia otros socios comerciales y, sobre todo, recuperamos el tan descuidado mercado interno.
“Como éste depende de la capacidad de consumo de los mexicanos, ¿qué mejor que hacer eficaz la contratación colectiva a fin de dar a los trabajadores mayor poder de gasto? Revitalizar el escenario laboral por esta vía es dar nueva vida a nuestra economía”, planteó.
Entre la necesidad de cambio y las políticas económicas
Sobre cómo México llegó a depender tanto de EU, Barquet Climent expuso que por algún tiempo —en especial durante la llamada época del desarrollo estabilizador—, la estrategia del país fue fomentar la industria local y sustituir las importaciones hasta que, a principios de los 80, las autoridades abrazaron un ideario neoliberal que las llevó a firmar el TLCAN en diciembre de 1992 (con efectos hasta 1994).
Ello implicó un giro copernicano, pues a partir de ese momento la premisa fue producir para al extranjero y anclar el desarrollo nacional a nuestro potencial de exportación. Paradójicamente, justo esto es lo que hoy nos pone contra las cuerdas ante un personaje como Trump.
Por eso, ante la negativa estadounidense de abrirle puertas a los bienes manufacturados en nuestro país, Barquet Climent sugirió reactivar el mercado interno, el cual depende la capacidad de consumo de las personas, por lo que es preciso elevar los ingresos de los trabajadores en términos reales y no sólo numéricos.
Sobre las consecuencias de haber seguido a rajatabla los mandatos neoliberales, el universitario detalló que en un periodo muy breve (de 1983 a 2006) el poder adquisitivo de los salarios en México se desplomó en un 70 por ciento, situación que se debe revertir y la vía óptima para ello es un buen uso de los contratos colectivos.
La importancia de democratizar los sindicatos
“En vez de conformarnos con la sola previsión legal de los contratos colectivos en México, debemos hacer que cobren nueva vida en el entorno productivo nacional y para ello es necesario democratizar los sindicatos, pues difícilmente se entablarán negociaciones con reclamos efectivos de mejora salarial y prestacional si no se escucha la voz de la clase trabajadora” subrayó Barquet Climent.
¿Pero por dónde pasa esta exigencia?, preguntó el abogado. Por esclarecer todos sus procesos; establecer la secrecía del voto; poner alto a las votaciones por aclamación y reelecciones automáticas, y exigir la transparencia de estas asociaciones (sin darles oportunidad de invocar una supuesta autonomía en aras de solapar su opacidad).
La mayoría de los sindicatos están en manos de cúpulas que desoyen las necesidades reales de sus representados y si no se asumen como canales para encauzar la inconformidad y combatir la premura económica y material de millones de mexicanos, entonces el contrato colectivo no impulsará un cambio nacional.
“Revivir esta figura no es una solución mágica, pero empleada con responsabilidad paliaría los efectos que se ciernen sobre la economía nacional e incluso otros que agravan el escenario, como la paridad con el dólar”, concluyó.