Pocos recursos más apreciados desde el poder que las ideologías. Reducir las ideas propias –y sobre todo las ajenas—a una serie de etiquetas fáciles, hace todo más sencillo. Democracia versus autoritarismo; mundo libre vs comunismo; libertad vs tiranía. Son esas narrativas pre-programadas las que crean trending-topics, las que llenan plazas.
En el mundo real los alineamientos y las rupturas dependen mucho más de razones prácticas e intereses concretos. Por ello, aunque parecía imposible que un líder social de izquierdas y un empresario y personalidad de la farándula, López Obrador y Trump llegaron a ser una especie de BFF –best-friends-forever, en la añeja y complejísima relación entre México y Estados Unidos.
Agua y aceite, supuestamente, los dos presidentes no perdían oportunidad para intercambiar elogios y piropos. Derrotados por el COVID, la apuesta de varios años más de un peculiar romance entre dos líderes populistas ubicados, supuestamente, en los extremos opuestos de la derecha y la izquierda, el nuevo escenario bien podría ser una pesadilla, sobre todo para el mandatario mexicano.
Cuidándose de proyectar la personalidad más lejana posible a la de su antecesor, el nuevo presidente de Estados Unidos ha sabido, al menos hasta ahora, evitar los estruendos que pudieran dañar la relación de su país con su principal socio comercial con quién, además comparte casi 2 mil millas de frontera.
Sin recurrir a los pastelazos, sin embargo, ha logrado conducir la relación binacional de una manera en que, como si fuera de paso, comienza a cobrar facturas por el abierto apoyo político del político tabasqueño a los intentos reeleccionistas de su antecesor.
El creciente peso de las voces que describen a México como una nación cuya tercera parte de su territorio esta bajo el control de los grupos criminales, así como el cuidadoso deslinde al presunto auto-nombrado rol de zar centroamericano del mandatario mexicano para temas de energía y migración, parecen ser apenas el comienzo de varios años de una muy distante vecindad.
El hecho de que el repunte de la economía estadounidense sea la principal (sino que casi única) posibilidad de la economía mexicana de salir de la crisis económica de los últimos años, no ha impedido que la administración Biden mantenga su sana distancia ante el presidente que atrapó y dejo escapar al hijo del Chapo Guzmán, luego de saludar personalmente a su abuelita y predicar que con abrazos resolvería los niveles casi históricos de violencia y derramamiento de sangre en su país.
Después de obtener, a mano alzada, la aprobación de El pueblo para cruzar todas las líneas de la dignidad y soberanía nacionales con tal de no hacer enojar a su vecino del norte, el presidente López Obrador encontrará en el experimentado político del partido demócrata uno de sus mayores desafíos en su gran proyecto para consolidar su Cuarta transformación. O, para decirlo de una forma que le fuera tan afín, “Make México Great Again”.