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Ocho años

Con la primavera de 2013 nació También Somos Americanos, la primera publicación dedicada a la causa de la integración de los nuevos inmigrantes en los Estados Unidos. Con la convicción de que la gran promesa de inclusión con la que se construyó este país también vale para los millones de familias binacionales que, con su trabajo duro y patriotismo se han ganado su propio espacio dentro del tejido social de esta sociedad.

Creada a partir de los mejores valores del liberalismo democrático, America –la nación–, sigue siendo en 2021 un magneto para quienes alrededor del mundo hicieron suyo el sueño del Sueño Americano. Consumo y prosperidad sí, pero también libertad y respeto a la diversidad.

Reconociendo y reivindicando incluso las raíces históricas y riqueza cultural de las diversas identidades Latinas –cierto, con particular énfasis en la comunidad mexicana, la más numerosa–, esta publicación ha enfatizado la importancia de las mejores prácticas en materia de integración de los recién llegados –que para la gran mayoría se mide en lustros y décadas–, lo cual supone mayor participación cívica y en el entorno laboral, mejorar niveles educativos y, por supuesto, tanto la defensa de los derechos como el cumplimiento de las obligaciones.

Por supuesto que el tema de los papeles cuenta. Esos con lo que no cuentan poco menos del 10 por ciento de los más de 50 millones de quienes integran el universo Hispano en este país –el segmento más dinámico de la sociedad y destinado por la demografía a convertirse en la minoría más grande en un futuro cercano.

Como ya ocurrió antes con los inmigrantes irlandeses, con los italianos, con los judíos y con quienes llegaron desde Asia, son ellos, “los indocumentados”, en quienes se centra la saña una minoría infinitamente más pequeña y peligrosa, la de los vendedores de odio y de excusas.

Luego de casi 35 años de la última reforma migratoria con que históricamente este país ha ido confirmando la plena integración de la más reciente ola de recién llegados, estamos ante una nueva ventana de oportunidad.

El consenso social que reconoce la importancia económica, militar, demográfica, científica y tecnológica de los inmigrantes está ahí. Lo estuvo durante el juego de la “enchilada completa” en que los presidentes George W. Bush y Vicente Fox, la negociaron. También durante los titubeantes esfuerzos del presidente Barack Obama e, incluso, durante la tempestad de demagogia e intentos golpistas de Mr. Trump.

El hecho es que, salvo momentos de excepción, una amplia mayoría de la sociedad estadounidense reconoce como propios (de sus abuelos y bisabuelos) los sueños de los nuevos inmigrantes.

Ocho años después, También Somos Americanos sigue siendo un proyecto marcado por un optimismo más poderoso que el más terrible virus y la peor enfermedad (ya-saben-quién).

Como vicepresidente, Joe Biden tuvo la decencia de reconocer públicamente que la gran mayoría de esos trabajadores, padres, vecinos, contribuyentes bien saben: “Ustedes ya son Americanos”, les dijo.

En su calidad de ser la persona de mayor edad en llegar a la Casa Blanca, Mr. Biden tiene suficiente experiencia navegando por las aguas pantanosas de Washington D.C. como para poder sacar adelante la reforma que el país necesita.

Sobre todo, porque en un contexto de expansión económica e inversión record en la construcción de infraestructura, son tan validas como siempre las palabras que alguna vez durante la alcaldía imperial de Richard M. Daley, el señor alcalde pronunció frente al imponente skyline de Chicago: “Esta gran ciudad fue, es y será construida por trabajadores inmigrantes”.

 

 

 

 

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