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Piojos, nuestros compañeros de viaje en la evolución

 

 

Leonardo Huerta Mendoza / Myriam Nuñez

Un estudio de la diversidad genética del piojo de la cabeza podría indicar cómo se distribuyó el ser humano por todo el mundo. Una de sus principales características es que solo se propaga entre los humanos, no de humano a rata o de algún otro animal al humano, lo que lo convierte en un buen indicador de las migraciones humanas. Investigaciones previas ya habían señalado que la distribución de los piojos en el mundo es un reflejo de los movimientos del pasado y actuales de las poblaciones.

El piojo de la cabeza (Pediculus humanus) es un ectoparásito obligado y permanente, que ha coevolucionado con los humanos, de cuya sangre se alimenta. Son ectoparásitos porque viven fuera de su portador.

“En biología, a esta relación se le conoce como simbiosis de tipo parásito, en la que el beneficiado es el parásito. Nosotros, como portadores, no obtenemos ningún beneficio; además, si los piojos salen de la cabeza, no sobreviven veinticuatro horas”, explica Angélica González Oliver, de la Facultad de Ciencias de la UNAM, una de las autoras del estudio.

“Se afirma que sobreviven en las cortinas o en las alfombras, pero no es verdad”, señala la investigadora. “En ocasiones, al levantarnos de la cama dejamos un piojo en la almohada, por ejemplo, y ahí, con el calorcito que dejamos, sobreviven dos o tres horas hasta que uno regresa, pero si no regresamos, es muy probable que muera”.

Hay una controversia sobre cuánto sobreviven fuera de la cabeza; quizá sobrevivan un día, como máximo, pero lo más probable es que solo sobrevivan dos o tres horas. Una forma indirecta de adquirir piojos es cuando alguien deja un piojo en una almohada o en las gorras. Si usamos la gorra de alguien que tiene piojos, podemos convertirnos en los nuevos anfitriones de estos parásitos.

Puesto que la relación entre humano y piojo es muy cercana, debido a su convivencia durante miles de años y a que los piojos han subsistido las migraciones del hombre, estudiar a estos insectos podría mostrar algunos aspectos de nuestra evolución que no son fáciles de interpretar con otras evidencias biológicas, explica González Oliver.

En el estudio se sugiere que la genética del piojo de la cabeza podría señalar dónde y cuándo los grupos humanos se separaron y se volvieron a reunir en el pasado. También indica que los piojos europeos y americanos comparten cierta afinidad genética debido a la colonización de América por los europeos.

Pero no solo eso, los piojos podrían ofrecer pistas de antiguas relaciones que no se encuentran en el ADN humano o en evidencias arqueológicas. De esta manera, habría un nuevo ángulo desde el cual observar las migraciones humanas y sus interacciones.

Los autores del artículo “Diversidad genética nuclear de los piojos de la cabeza ilumina la dispersión humana alrededor del mundo”, publicado en PLOS One, analizaron la variación genética de 274 piojos humanos obtenidos en 25 sitios geográficos de todo el mundo, incluidas muestras obtenidas de escuelas de México y Argentina, utilizando secuencias de ADN mitocondrial heredadas del piojo hembra. En esta diversidad, observaron dos grupos genéticos que se dividen en otros subgrupos.

El equipo de investigadores, dirigido por Marina Ascunce, bióloga molecular de la Universidad de Florida, en Estados Unidos, secuenció el ADN de los insectos e identificó segmentos cortos y repetitivos llamados microsatélites. Dichos segmentos fueron heredados de un ancestro común, lo que dio a los investigadores una herramienta para clasificar a los parásitos en familias estrechamente emparentadas.

“Por eso quisimos utilizar a los piojos como marcadores genéticos analizando los microsatélites, que son secuencias repetidas de nucleótidos, por ejemplo, TATA”, explica la investigadora. En los humanos, estas secuencias varían en cantidad; hay personas que tienen solo una copia, mientras que otras pueden tener hasta cinco microsatélites.

“Analizamos la genética del piojo y la relacionamos con los movimientos migratorios que ha tenido el humano, observando si refleja nuestra evolución”, añade la investigadora. Un grupo de microsatélites mostró un vínculo entre los piojos de Asia y de Centroamérica, reflejando las migraciones iniciales humanas desde el este de Asia hacia América.

En otro grupo de piojos, se encontró una relación entre los piojos de América y de Europa. A partir de la rapidez con la que se reproducen los piojos y se acumulan mutaciones genéticas en los microsatélites, los investigadores podrían calcular cuándo se mezclaron los piojos de los indígenas americanos con los piojos europeos, lo que probablemente ocurrió hace unos 500 años, durante la colonización europea.

Los investigadores ven esto como una prueba de que los piojos humanos son buenos marcadores de la evolución y la migración humanas y que el ADN de los piojos refleja nuestra propia historia.

Tres tipos de piojos

Por último, es relevante mencionar que existen tres tipos de piojos: los de la cabeza y los del cuerpo, que están muy relacionados, y las ladillas, que son piojos del vello púbico.

Se especula que los piojos vivían en todo nuestro cuerpo, pero cuando los humanos empezamos a cubrirnos, el piojo modificó sus dos patas delanteras, las convirtió en pinzas y se trasladó a vivir en la cabeza.

“Por esta razón, tenemos los dos tipos; los de la ropa están adaptados a vivir entre la tela, y también causan mucha comezón en el cuerpo, pero hasta donde sé, no transmiten alguna enfermedad. Los piojos del vello púbico, que vienen de los gorilas, son una variedad distinta”, concluyó la académica universitaria.

Ideas destacadas:

  • El estudio del piojo de la cabeza puede ofrecer pistas sobre la dispersión humana.
  • Los piojos son indicadores de migraciones humanas.
  • La genética de los piojos refleja relaciones entre grupos humanos.
  • Los piojos pueden sobrevivir fuera del huésped por un tiempo limitado.
  • Existen tres tipos de piojos, cada uno adaptado a diferentes entornos.
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