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Se puede medir el daño del alcohol al cerebro

Roberto Gutiérrez / Alejandra Ortiz / Celso Ramírez

Los resultados de la investigación que hizo posible este hallazgo fueron publicados en junio pasado en la revista científica International Journal of Neuropsychopharmacology

Investigadores de la Fundación I+12 del Hospital 12 de Octubre de Madrid, en España, descubrieron que la reelina, una proteína que se encuentra en el cerebro, permite detectar el deterioro cognitivo en aquellas personas que padecen el llamado trastorno por consumo de alcohol (TCA).

En una primera fase de la investigación en la que participaron 24 pacientes con dicho trastorno diagnosticado en periodo de abstinencia temprana (cuatro semanas sin beber) y un grupo de control de 34 personas, éstos fueron sometidos al Test de Detección de Deterioro Cognitivo en Alcoholismo (TEDCA), para valorar las funciones superiores (atención, concentración, memoria, lenguaje, percepción y aprendizaje) y ejecutivas (inhibición, flexibilidad, planificación y organización) de su cerebro.

Posteriormente, los investigadores observaron, mediante un análisis de sangre, que los individuos con un menor nivel cognitivo presentaban mayores niveles de reelina, la cual ayuda a la formación y al correcto funcionamiento del cerebro y lo protege cuando sufre algún daño.

Asimismo, encontraron que las personas con niveles de reelina más elevados tenían otra proteína, la apolipoproteína E-4, la cual es producida por una mutación genética, que favorece los efectos tóxicos del alcohol y, por si fuera poco, representa uno de los principales factores genéticos de riesgo de la enfermedad de Alzheimer.

Los investigadores piensan que la reelina aparecería en mayor medida cuando se retira el alcohol y que posteriormente iría disminuyendo poco a poco. Es decir, el organismo intentaría producirla más con el propósito de que ejerza un efecto protector. Por lo anterior, si se quiere que sirva como biomarcador del TCA, sería importante medirla durante las primeras semanas de abstinencia.

Los resultados de esta notable investigación se publicaron en junio pasado en la prestigiosa revista científica International Journal of Neuropsychopharmacology.

Curiosidad y esperanza

“El TCA es definido por el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5), de la American Psychiatric Association, como un patrón problemático de consumo de alcohol que ocasiona un deterioro o malestar clínicamente significativo. Tiene distintos niveles: leve, moderado y grave. Este último conlleva una adicción o dependencia, que es la necesidad de consumir alcohol sin importar las consecuencias”, afirma Eduardo Garza Villarreal, investigador titular del Laboratorio de Neuropsiquiatría y Neurotoxicología Traslacional del Instituto de Neurobiología, campus Juriquilla, de la UNAM.

Además de causar deterioro cognitivo, el TCA puede desencadenar enfermedades hepáticas, pancreáticas, estomacales, cardiovasculares y cerebrovasculares, ciertos tipos de cáncer (de boca, garganta, laringe, colon…), diabetes tipo 2, disfunciones sexuales, ansiedad, depresión e incluso, debido a la presencia de la apolipoproteína E-4, la enfermedad de Alzheimer, pero también problemas familiares, sociales, laborales, económicos, legales, etcétera.

“Sin embargo, no todas las personas que consumen alcohol desarrollarán el TCA. En estudios epidemiológicos llevados a cabo con humanos y en experimentos en animales se ha visto que sólo entre el 20 % y 30 % de ellos podría padecerlo. Para que alguien desarrolle o no este trastorno hay que considerar cuatro factores: la carga genética de la persona, el ambiente en el que nació y creció, la cantidad de alcohol que consume y la manera en que lo hace. O sea, si yo tomo alcohol, no necesariamente padeceré el TCA en el futuro, pero sí me puede llevar a él si mi carga genética, el ambiente en que nací y crecí, la cantidad de alcohol que consumo y la manera en que lo hago operan en mi contra”, explica el investigador universitario.

Puesto que los diagnósticos psiquiátricos se realizan a partir de observaciones clínicas y descripciones de los comportamientos de los pacientes, el descubrimiento de la reelina como un biomarcador del TCA ha despertado curiosidad y, también, esperanza en la comunidad científica.

“Hoy en día no se dispone de pruebas sanguíneas o de técnicas de neuroimagen para decirle a alguien, con absoluta certeza, que padece depresión, psicosis o esquizofrenia, por nombrar únicamente tres enfermedades mentales. Por eso, este hallazgo supone un gran avance en el ámbito de la psiquiatría”, indica Garza Villarreal.

Estudio universitario

A propósito del TCA, el investigador encabeza, en el Laboratorio de Neuropsiquiatría y Neurotoxicología Traslacional del Instituto de Neurobiología de la UNAM, un estudio con personas con este trastorno, en el que se utiliza la estimulación magnética transcraneal repetitiva para tratar de mejorar su capacidad cognitiva y evitar que vuelvan a consumir alcohol. “La estimulación magnética transcraneal ya está aprobada como una herramienta en el tratamiento de la depresión, y si obtenemos resultados positivos en nuestro estudio, avanzaríamos mucho para que también pudiera aprobarse en el tratamiento del TCA”, concluye.

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