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Voto Latino 2016: Esencial, pero…

Cerca de 15 millones de Latinos acudirán a las urnas el martes 8 de noviembre de 2016, su voto podrá decidir el futuro político de Estados Unidos.

Por Oscar Luna

El razonamiento superficial va más o menos así:

“Si el voto Latino no se pude ganar la Presidencia de Estados Unidos. El candidato republicano necesitará al menos un 42% del sufragio hispano para poder vencer a su contrincante demócrata. Y en consideración a pista anti inmigrantes que abrió Donald Trump dentro del G.O.P., todo parece perfilarse para que la muy probable candidata demócrata cuente con un abrumador apoyo Latino en las urnas… Por lo tanto, Hillary Clinton podría destapar la champaña de una buena vez”.

Suena bien, suena fácil. Sin embargo basta con una mirada un poco más profunda para entender que la situación no será sencilla y ni remotamente está resuelto el drama electoral que habrá de vivir este país poco antes de la media noche del martes 8 de noviembre del año próximo. Por ejemplo:

• Muchas cosas pueden ocurrir en 14 meses. En la que será claramente la elección más cara de la historia (muy superior a los mil millones de dólares), el marketing político será más importante que nunca. Y como lo ha demostrado el fenómeno Trump –y quizá la historia misma de la democracia moderna estadounidense–, el circo puede un espectáculo más poderoso y efectivo que la discusión profunda y los grandes proyectos políticos.

• La caja de pandora puede ser un buen negocio político. Aunque peligrosa y contraproducente al mediano plazo, la bandera anti-inmigrante (y en mucho sentidos anti-sistema) que representa la precandidatura de Donald Trump es un hecho que ha sido capaz de aprovechar el descontento, la ignorancia y los prejuicios de algunos segmentos de la sociedad que, sobre todo dentro del Partido Republicano, le han servido para ganar espacios públicos. No es casualidad que prácticamente ninguno del resto de los precandidatos de ese partido se hayan atrevido a confrontarlo abiertamente sobre el tema. Lamentablemente la voz de los crazies sigue teniendo mucho peso.

• 15 millones de votos son muchos, pero no suficientes. Luego de que en la elección presidencial anterior 11.2 millones de Latinos acudieron a las urnas y la lectura dominante de los expertos fue que el 70 por ciento del apoyo hispano para Barack Obama fueron claves para que alcanzara su reelección, los Latinos ocuparon un lugar central en el escenario político del país.

• Sin embargo vale recordar dos factores, el voto Latino representó una décima parte del sufragio total. Y si en la elección pasada acudieron a las urnas unos 130 millones de ciudadanos, proporcionalmente la participación hispana sigue siendo la más baja de todos los segmentos electorales (vota menos de la mitad). Además, el sistema de elección indirecta de Estados Unidos no favorece particularmente al voto hispano, pues su presencia se concentra en los grandes estados como California y Nueva York donde la fuerza demócrata está de por sí más o menos garantizada.

De cualquier modo el tema de fondo es que la base electoral Latina es la que más crece en todo el país –cada 30 segundos un hispano cumple 18 años de edad y por lo tanto podría votar, por lo cual una participación electoral de unos 15 millones a nivel nacional podría ser fundamental en cerca de una docena de estados en donde se espera una competencia muy cerrada.

Aquí es donde el tema se vuelve mucho más complejo. Si bien en el momento actual, y a pesar de la retórica de Donal Trump, menos de un 20 por ciento de los hispanos dicen que podrían votar por un candidato republicano, la historia del voto Latino no ha podría considerarse en automático como un voto demócrata. El 35% y 40 % de votos hispanos que ganó Ronald Reagan en 1980 y 1984 y el 35% y 40% que ganó George W. Bush en el 2000 y2004 son claras muestras de que el voto hispano no está garantizado para ningún partido.

Por supuesto que no son casualidad las candidaturas de Marco Rubio y Ted Cruz, dos personajes de origen cubano que fueron capaz de conquistar el voto latino entre los electores de Florida y Texas donde radican amplios segmentos de hispanos conservadores. El mismo Jeb Bush, casado con una mexicana, ha buscado proyectarse como una figura cercana a la comunidad hispana.

A pesar de que hasta ahora ha sido barrida por el factor Trump, el ala pensante del G.O.P. parece estar leyendo las grandes tendencias demográficas del país. Ante una tendencia irreversible que llevará a los Latinos a ser la tercera parte de la población total de Estados Unidos en pocas décadas más, podrían haber tomado conciencia de que su principal base electoral de la última generación, los hombre blancos de clase media y alta, no es ya suficiente para ganar elecciones presidenciales.

En ese contexto, un par de temas podrían tener un peso especial en la realidad política del país durante los próximos 14 meses y días.

Primero, la reforma migratoria. A pesar del intento del Presidente Barack Obama de noviembre pasado (justo dos años antes de las elecciones) de promover un alivio migratorio temporal que beneficiaría a cerca de 5 millones de inmigrantes indocumentados, la mayoría mexicanos, el hecho es que nada ha ocurrido. Detenido en las cortes por un grupo de gobernadores republicanos, el programa conocido como DAPA bien podría forzar un hecho, que Obama fue el presidente que más inmigrantes deportó en la historia de este país y que en 8 años fue incapaz de ofrecer resultados a uno de los grupos sociales que más lo apoyó.

Las comprensibles frustración y enojo de los electores hispanos podrían ser parte del calculo político republicano. Del otro lado, del bando demócrata, la misma molestia podría servir de aliento, junto con una nueva promesa de reforma migratoria –que Hillary Clinton ya hizo–, para una movilización masiva de los votantes hispanos para rescatar a sus propios padres y madres indocumentados. La batalla entre estos discursos se dará en los medios durante la campaña electoral.

Otro tema que podría afectar el comportamiento electoral Latino es México. En una realidad en la que dos terceras partes de los Latinos tienen origen mexicano, no es casualidad que el discurso de odio del señor Trump se haya concentrado en los mexicanos y no en todos los inmigrantes. Es claro que entre las comunidades hispanas, los mexicanos han sido históricamente el sector más vulnerable y con menor presencia pública; desde el carácter dominante de la presencia cubano americana en los medios de comunicación hispanos, hasta la generalmente irrelevante influencia del gobierno y grupos de interés mexicanos entre la población Latina.

Exactamente al contrario de lo que ha ocurrido históricamente con la diáspora judía y la relación Israel-Estados Unidos, en general se ha asumido que los mexicanos del norte (los que radican de esté lado de la barda fronteriza) han rechazado a casi todos los gobiernos de su país de origen, siendo Vicente Fox, casi en lo personal, la excepción. En un mundo cada día más interconectado, es claro que la visión de varias millones de familias binacionales será cada día más relevantes. Tanto en lo que perciben en México sobre “el odio de Estados Unidos contra su gente”, como en lo que se ve desde acá sobre “la corrupción y caos” que padecen los mexicanos en su propio país. Eso, en un sistema electoral diseñado en función al 50-50, también juega.

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